Cuarenta y siete y cuarenta y tres años (por duplicado). Estas son las edades de Mark Hoppus, Matt Skiba y Travis Barker en 2019. Con tres integrantes con una media que casi se acerca al medio siglo, ¿podemos pedir a una banda como Blink-182 que despache discos que lleguen a acercarse a clásicos del pop-punk de finales de los noventa como “Dude Ranch” (97) o “Enema Of The State” (99)? Probablemente no, y si nos aproximamos a “Nine” intentando encontrar en él algún resquicio de esos álbumes, probablemente salgamos más que decepcionados del experimento.
No es ningún secreto que la banda se ha acercado en los últimos años al pop y a los sonidos más mainstream (la última prueba de ello es su reciente gira por Estados Unidos con Lil Wayne) y este propósito por sonar actuales y acercarse a las tendencias que marcan la industria actual en un intento de reinventarse supone una arma de doble filo para la banda.
Por una parte se agradece que en algunas canciones hayan actualizado (o al menos, intentado) el discurso: aunque de nuevo tiran de letras bastante genéricas en la mayoría de temas, sí que han incorporado en algunos cortes temáticas que van más allá del discurso pop-punk estereotipado de siempre y que resulta cuanto menos cómico viniendo de tres individuos que en sus cuarenta años de vida ya deberían tener el culo pelado de vivencias: "Hungover You” refleja una ruptura entre dos alcohólicos co-dependientes y “Heaven” fue escrita tras el tiroteo el año pasado en Thousand Oaks en California. En general, y como ya adelantaba Mark Hoppus en entrevistas concedidas en estos últimos meses, el disco tiene un discurso algo más oscuro y más maduro que su predecesor “California”, ese primer intento, bastante forzado, de volver a ser relevantes tras la partida de Tom Delonge y la posterior incorporación de Matt Skiba.
Es por tanto una pena que la producción (con el excesivo uso de compresión en la batería o la utilización de autotune a destajo y efectos en las voces de Hoppus y Skiba) se cargue unas canciones que, con toda seguridad, sonarían más orgánicas y sobre todo más reales, si no dependieran tanto de ella. A Blink-182 siempre se les ha criticado que sus discos estuvieran sobreproducidos en exceso (prueba de ello es la notable diferencia entre aquello que escuchabas en el disco y lo que conseguían defender en directo) pero en esta ocasión, suponemos que en un intento de acercarse a los cánones de la música pop moderna, el excesivo tiempo empleado en el estudio les hace muy flaco favor: si en algunos temas se perciben destellos de su disco homónimo de 2003 o riffs y melodías de voz que recuerdan a la primera época, la robotización y exceso de efectos incorporados durante la grabación deshumanizan los temas y los vuelven excesivamente genéricos. Como excepción, en “Generational Divide” cincuenta segundos son suficientes para demostrar que aún, y solo si quieren, son capaces de crear grandes temas de punk rock (aunque ni siquiera esta se libra de un tratamiento de las voces excesivo), y “Ransom”, reflejo de lo peor y lo mejor que pueden ofrecer y, donde superados los primeros segundos robotizados, el tema va progresando y se transforma en algo más cercano a +44 y a los Blink que a todos nos gustaría escuchar en una fiesta en el chalet de nuestro mejor colega bebiendo una birra bien fresquita en un día de verano cualquiera.
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