¿Qué necesidad hay de acotar, de comparar, de definir a High On Fire? El sudor propio de calor de fallas tectónicas y visiones de inframundos que rezuma “Blessed Black Wings” es el hilo musical con el volumen en el once que cualquier emulador de Velázquez utilizaría para pintar un remake de "La fragua de Vulcano" bajo estupefacientes.
Lo suyo es música y es sonido, un caldo denso de riffs y distorsiones, de grosor y mortificación. Es el claro ejemplo de un trío desgañitado en hacerse oír que expone su propuesta de manera clara: lo tomas o lo dejas, tú mismo. Aquí hay metal para exportar en estado de extrema crudeza, simple y mortificante, tres músicos delirando sobre sus instrumentos acerca de lo grotesco y lo brutal. Una alegoría para osados y convencidos sobre la importancia de extremarse con lo imposible, de hacer de lo básico algo más que trascendente pero con tal naturalidad y fluidez entre tanto caos y discordia, que aunque parezca imposible, sucede.
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