Reproducir “Rompe Paga” (Bongo Joe, 23) supone aceptar una invitación directa a estar expuesto a veinte minutos ininterrumpidos de machacante catarsis deconstruida, desprovista de moldes, complejos y prejuicios, que nos sacudirán con el desenfreno y la agitación propios de una generación ávida por quererlo todo y conformarse con poco. Un rasgo manifiesto y recogido en el mismo momento en el que tratamos fútilmente de encasillar a lxs componentes de Blanco Teta en un único y vago etiquetaje, pues ya os aseguramos de que Josefina Barreix, Carola Zelaschi, Violeta García y Carlos Quebrada no tienen intención alguna de ajustarse a ningún parámetro axiomático que estemos acostumbrados a presenciar.
Tras dos EPs previos, con los que captaron las atenciones de la escena cultural sumergida de su Argentina natal, el colectivo Blanco Teta continúa rompiendo convencionalismos y reafirmando la atractiva proyección de su propuesta con un primer larga duración lleno de contrastes y disonancias que reafirman el carácter inclusivo de su discurso, tanto en la forma como en el fondo. Sin perder un ápice de su combativa y ya laureada prerrogativa, el conjunto bonaerense procesa en esta entrega de ocho cortes las diferentes vertientes referenciales de sus miembros, hasta generar un magma único de rebeldía, urgencia y anarquía vanguardista que nos agarrará de las solapas sin oposición ni escape.
Un golpe en la mesa, de reivindicativo y ácido propósito, que busca levantar conciencias entre sus oyentes, huyendo de estructuras líricas tradicionales y dedicando sus principales esfuerzos a registrar una suma competente que dé cabida a sus tan variopintos registros. Entre los mismos, no dejará de sorprendernos su habilidad para maridar, desde el caos más inquieto y nervioso, esas contundentes bases de punk-noise que transgreden en una suerte de trap retorcido con guiños al rock experimental más noventero y al hyper-pop más mutante, a través de voces procesadas con las mantienen un pie estilístico dentro del presente.
El montante es un divertido trance que nos invita a ganar consciencia de nuestra esclavitud tecnológica a golpe de desquiciadas líneas de violonchelo y batería (“Wifimental”), revivir nuestras más recientes y claustrofóbicas memorias confinadas entre glitcheos oscuros y toques de queda (“La Luz”), o abrazar el auto-cuidado y la emoción entre briznas de electro-garage sentimental (“Perro”).
Tan pronto como logramos comprar su peculiar código (ya de por sí presto a cribar a todo aquel que no venga dispuesto a jugar con la mente bien abierta) nos sorprenderemos entrando con total énfasis en fantásticos paisajes de libertad y empoderamiento, en los cuales nos sentiremos seguros y resguardados (“RNR (Se Me Entanga El Short)”) o eufóricos y exaltados (“Rompe Paga”), sabiendo que formamos parte de una comunidad que nos arropa y nos comprende. Sin reglas en sus singulares formas pero haciendo uso de una acertada fórmula con la que traspasar la teatralidad y el impacto de su estética a la oferta en su versión de estudio, Blanco Teta desafían, reclaman, desobedecen y convencen.
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