No contento con ser mitad del prestigioso dúo de electrónica Fuck Buttons, el británico Benjamin John Power ha lanzado ya varios discos bajo el apelativo Blanck Mass, con similares premisas estéticas. World Eater es su séptima referencia, nada menos (su primer disco lo lanzó el sello escocés de Mogwai, Rock Action).
Planteado desde la misma portada como una reacción visceral a la dificultad (más bien imposibilidad, diría yo) de que los humanos trasciendan la violencia animal primitiva que nos domina, el disco ha sido concebido bajo una premisa muy interesante: La limitación consciente de las herramientas a disposición del artista. Que en realidad, agudiza el ingenio.
“Enriquecido” en palabras propias por esta decisión en el proceso creativo, Power trae entre manos siete cortes, seis de ellos por encima de los seis minutos, en los que pasamos del minimalismo de la especie de intro John Doe´s Carnival Error -casi un mal viaje de Disco Inferno- a la agresividad apocalíptico-industrial de ritmos primitivos y melodías vertiginosas de Rhesus Negative o la fascinante The Rat, que podrían firmar los propios Fuck Buttons. Una oscura agresividad tiñe un álbum que, si por algo destaca es por su fuerte y marcada personalidad con tintes post-rockeros: no hay por ahí mucha música, electrónica o no, que suene a Blanck Mass, y eso, sin duda, tiene su mérito.
No todo es tralla extrema, sin embargo, y hay momentos para el reposo en algunas canciones “de amor”, -como las define su artífice- como Please, la tensa Silent Treatment con su pulso hip hop o la inicialmente ruidista Minnesota/Eas Fors/Naked. El cierre, Hive Mind, deja ver la luz. Y es que ante la perra y fallida condición humana, siempre queda algo de esperanza, y más si tenemos a mano la música.
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