Hace ocho años que comenzó a hacerse justicia con Bill Fay, figura imprescindible del folk británico en la década de los setenta en base a un par de discos como fueron el homónimo "Bill Fay" (Esoteric, 70) y, sobre todo, "Time Of The Last Persecution" (Esoteric, 71). Un rescate posible gracias a su fichaje por el siempre avispado sello Dead Oceans, quien se encargó de publicar "Life Is People" (Dead Oceans, 12) y posteriormente esa confirmación absoluta del talento recuperado del músico concretada en el excepcional "Who Is The Sender" (Dead Oceans, 15). Ahora llega el disco que certifica la revancha y completa su particular trilogía de resurrección, dejando una conclusión que no puede ser más satisfactoria y enriquecedora.
El autor tira de lógica para continuar la etapa comenzada en 2012, y lo hace con una obra mayúscula, cargada de espiritualidad y un halo orgánico acogedor y emocionante hasta la pura lágrima. "Countless Branches" (Dead Oceans, 20) es uno de esos discos que, efectivamente, cumple la máxima del menos es más, con el londinense acompañándose de guitarra o piano para alumbrar piezas que tienden a no superan los tres minutos de duración. Unos delicados lienzos sonoros que el vocalista remata con preciosos detalles (violín o chelo entre otros recursos), igualmente minimalistas pero capaces de realzar aún más ese tipo de elegancia inherente a cada una de las diez composiciones del álbum. Es así como el inglés se las apaña para completar un trabajo descomunalmente emotivo, dotado de ese tipo de belleza clásica y pastoral atribuida habitualmente a nombres sagrados como los de Nick Drake, George Harrison, Scott Walker, Nick Garrie, Gene Clark o Donovan, todos ellos presentes –en fondo y forma– en el dietario. Escuchando el resultado no parece casual que la presente referencia haya tardado cinco años en llegar. Todo en esta nueva obra parece cocinado a fuego muy lento y mimado al detalle, en un alegato a favor del orden natural en la tierra madre. Ahí apuntan también las letras emocionantes que protagonizan “How Long, How Long”, los singles “Filled With Wonder Once Again” y “Salt Of The Earth”, “Love Will Remain” , “Your Little Face”, “In Human Hands” o la final “One Life”, todas ellas de gran sentido poético representadas en su propia simplicidad.
El de Bill Fay es, precisamente, el triunfo de una aparente sencillez que deriva en la mayor de las profundidades: esa que alcanzan unas canciones que llegan para no marcharse jamás, siempre dispuestas a acoger el oyente en su cálido seno a través de un abrazo que tendría idéntica intensidad ahora que dentro de un lustro. "Countless Branches" (Dead Oceans, 20) es un clásico instantáneo y, por descontado, será uno de los discos del año que acaba de comenzar. Uno de esos elepés que tienen el mágico poder de hacerte sentir mejor persona y más en paz con el mundo abrupto de ahí afuera, firmado por un artista seminal que lleva medio siglo haciendo música y ha influido en artistas contemporáneos como Jeff Tweedy, Will Johnson o Kurt Wagner.
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