Cuando nuestra realidad ha sido puesta del revés por un hecho tan excepcional como una pandemia global y un confinamiento, es normal que volver a ella nos parezca algo extraño, pero en estos tiempos de confusión llega una voz inesperada a abrirnos una puerta a la esperanza, Bill Callahan. Con si inimitable voz de barítono Callahan abre su vigésimo disco diciendo "And we're coming out of dreams, As we're coming back to dreams", como si nos despertara de un mal sueño, de esa pesadilla que hemos vivido.
Este YTILAER (la palabra Reality puesta en un espejo) es una obra continuista con el disco con el que volvió tras poder reconciliar su paternidad con su trabajo como músico, "Shepherd in a Sheepskin Vest"(19), y como en aquel su nueva realidad doméstica es parte del disco, "la sombra de mi hijo viene por el pasillo / y la palma de la mano de su hermana pequeña está hundida en su mano / y sus pies nunca tocan el suelo / porque todo el mundo quiere llevarla en brazos", una frase que abre el disco en medio de su felicidad familiar, "First Bird".
Pero que nadie se preocupe sus canciones siguen bañadas en esa melancolía particular que parece encajar bien con la estación en la que se publica este disco y también quedan unos cuantos exabruptos sarcásticos que nos reconcilian con el tipo que sacaba discos bajo el nombre de Smog, como ese "Si fueras un incendio / Volvería a entrar por el gato" de "Last One At The Party" (que si no fuera por esa frase parecería una sentida despedida de su amigo David Berman de Silver Jews) o el demoledor momento en el que compara la condición humana con "grandes cerdos revolcándose en un montón de mierda y huesos" en "Partition".
Pero este disco funciona mejor en sus momentos más pastorales y hogareños, los momentos en los que nos sumergimos en su profunda voz de barítono, sus cuidados arreglos, con vientos y coros vocales, y las historias que teje como el gran letrista que es. “Naked Souls” es una delicia, escobillas en la batería, piano, ¿está el rey del folk 'lo-fi' tratando de escribir una canción a lo Cole Porter? Pues sí y no, porque cuando llevas tantas canciones escritas como este hombre, hasta tus experimentos suenan a ti y esta canción termina convirtiéndose en otra cosa completamente distinta con guitarras distorsionadas, mantras cantados a coro y un solo de trompeta más cerca del mariachi que de Miles Davis.
"Coyotes", el primer adelanto del disco, es una bonita canción de amor con un excelente trabajo de la guitarra eléctrica y un cuidado arreglo al piano, que acompañan a la perfección a la voz y la guitarra acústica, mientras que "Natural Information", el otro adelanto del disco, con sus guiños al "Coyote" de Joni Mitchell, es la pieza más pop del disco, demostrando que el veterano compositor también sabe escribir melodías adictivas. En "The Horse" vuelve esa trompeta con eco de los Love de "Forever Changes", con unos preciosos coros y un sentimiento de caricia reconfortante.
Puede que la canción principal del disco sea “Planets”, en la que Callahan canta: “Y el sol giró y se despidió de todos y me sentí tan bien como la roca salada, renovado, ya sabes, para una segunda temporada, dejemos nuestras cosas aquí y vagabundeemos", entonces como si fuera un Buda en modo zen, comienza a cantar "Kilakila Malu", pero en Callahan no todo es tan sencillo como parece y esto no termina aquí, parece ser que "Kilakila Malu" signnifica sitio de sombras en hawaiano y la canción se olvida por un instante de la tranquilidad y la calma, con una guitarra chirriante que nos hace ver que el mar no está tan en calma como preveíamos, eso sí, al final vuelve la placidez y la nube negra pasa, parece que Callahan se convence del mensaje optimista del disco, no sin antes advertirnos que no todo está bien.
"YTILAER" sigue demostrando que Callahan ha sabido conjugar a la perfección su vida doméstica con la artística, sonando más cómodo cuando adopta su actual papel como padre y esposo que cuando intenta volver a ser aquel que cantaba "Y el cielo está lleno de hojas negras y chillonas, el cielo está lleno de negro y de gritos". El disco se mueve con fluidez a través de los estados de ánimo, desde la melancolía al optimismo, en once canciones que vuelven a demostrar que Bill Callahan es uno de los artesanos de canciones más interesantes de la música popular americana de los últimos 30 años.
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