“Dragon New Warm Mountain I Believe In You” es un caleidoscopio de sonidos, historias, anécdotas y géneros musicales que se relacionan y se enredan entre sí, a medida que lo haces girar. El cuarto disco de Big Thief no huye de las etiquetas, sino que las abraza casi todas en una onda expansiva de veinte canciones que galopan entre el folk más delicado, el trip hop, el country de raíz o el pop más continuista. Un trabajo en el que la esencia de la banda está presente a través de letras llenas de metáforas y simbolismo, donde lo familiar se extrae de todo contexto para ser examinado por una mirada extraterrestre, además del cuidado por un sonido en el que pareciera que cada nota no podría existir en otro espacio, ni lugar, que no fuera en esa canción. Pero hay más.
Los de Brooklyn deliberadamente escogieron cuatro localizaciones tan dispares como Upstate New York, Topanga Canyon (California), las Montañas Rocosas (Colorado) y Tucson (Arizona), para componer y grabar los cortes de “Dragon New Warm Mountain I Believe In You”, además de combinar grabaciones en estudios caseros con otros de última generación. Es fácil trazar un mapa sónico e identificar los ecos del sur de Emmylou Harris de “Dried roses”, “Red moon” o “Certainity”, la canción preferida de Buck Meek, guitarrista del grupo, grabada durante un apagón, tirando de una grabadora enganchada al encendedor de cigarrillos del coche.
La aparente levedad del country de “Spud infinity” contrasta con los ritmos quebradizos, loops y la frialdad de cortes como “Flower of blood”, “Heavy bend” o “Blurred view”; como si alguien hubiera traido a Portishead al 2026. La intensidad se disipa con medios tiempos como “Promise is a pendulum” o “Change”, de esos en los que la vulnerabilidad cotiza alto. Y entre tanto viaje, encontrar caras familiares como “Simulation swarm”, donde todos los elementos que hacen que Big Thief sean Big Thief, están alineados, pero con un twist: como si las guitarras estuvieran más afiladas, la sencillez del ritmo convertida ahora en algo desafiante, empujando las barreras de una contención invisible.
El quinto trabajo de Adrianne Lenker y compañía es un viaje, en el cual puedes caminar desde la comodidad de la superfície, o adentrarte en los agujeros de gusano para descubrir que lo que ves no es solo lo que hay.
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