Los grandes artistas no sólo relatan su tiempo. También lo cambian. Eso mismo debían pensar Justin Vernon, barba desaguisada tras Bon Iver, y Aaron Dessner, multiinstrumentista de The National, cuando crearon PEOPLE, un colectivo que da cobijo a portentos como Sufjans Stevens, que también es un festival cooperativo-musical en Berlín y que, sobre todo, ejerce de caballo de Troya discrográfico en la era del streaming.
Bajo la nueva plataforma, Vernon y Dessner editan ahora Big Red Machine, una colección de diez canciones con nombre homónimo al proyecto y que quiere abrir caminos nuevos, también extra industriales: corazón (esa ‘gran máquina roja’), amor, amistad y energía. Cuatro palabras que se pueden leer en el manuscrito que Big Red Machine elaboraron para confeccionar el artwork del disco. Una lluvia de ideas, cuatro simples conceptos que hablan, en esencia, de la nueva estabilidad de Justin Vernon, que salió del dolor de una ruptura con el ya mítico "For Emma, Forever Ago" (2008) y que más tarde superó miedo y ansiedad con "22, A Million" (2016). Dicho de otro modo: cuando uno deja de mirarse con angustia hacia dentro, puede empezar a mirar hacia fuera. Qué mejor que con amigos como Aaron Dessner.
Big Red Machine empezó diez años atrás con una base que el mismo Dessner mandó a Vernon para un proyecto benéfico, " Was The Night". A partir de ahí, hacia 2015, empezaron a construir nuevos temas en su festival de verano, Eaux Claires (Wisconsin). El resultado son diez canciones que boicotean el folk y el indie rock y que tienen, se mire por dónde se mire, un ojo puesto en la experimentación. Las guitarras retienen algo de "Sleep Well Beast" –se grabaron en el mismo estudio, "Long Pond en Pensilvania"–, pero el patrón del rock se rompe con percusiones troceadas y arreglos electrónicos glitch. El empaque definitivo lo da la voz en primer plano, tratada lo justo, de Vernon, que canta como si lo hiciera en el salón de casa ("Forest Green").
Parte de la candidez de la cabaña en la que se acabaron de gestar las canciones quedó impregnada en el álbum. Big Red Machine no es redondo, pero huele a leña, a familia. A un buen recuerdo con un amigo; mucho mejor, más idílico a veces, que el pasado en sí. Que nadie espere encontrar en Big Red Machine un álbum de Bon Iver, ni de The National. Lo es de ambos, pero también de Richard Reed Parry (Arcade Fire) y de tantos otros que han colaborado en él.
Todos somos la gente con la que nos encontramos, y las músicas que compartimos con ellos. Justin Vernon y Aaron Dressner han querido, simplemente, convertir esa idea en un disco bello y bastardo.
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