Podemos tratar de resumirles las once canciones de este álbum en unas pocas líneas, pero ni el mejor arsenal de palabrería efectista lograría transmitir con fidelidad la inquebrantable sensación de libertad y absoluta carencia de corsés creativos que supuran todas elllas. Big OK es el insospechado punto de confluencia entre el cantautor Paul Fuster, la violinista Sara Fontán (Manos de Topo, La Orquesta del Caballo Ganador) y el percusionista Edi Pou (la mitad de Za! y también en La Orquesta del Caballo Ganador), quienes se pasaron tres días improvisando y compenetrándose musicalmente en la casa del primero. El resultado es una hirviente marmita post hardcore cuya ebullición depara saldos imprevisibles.
No extraña que los nombres de Shellac, Swans o Black Sabbath asomen a la hora de calibrar su ideario, o que desvelen la ingeniosa etiqueta de free grunge para crooners, porque este debut homónimo, que parece nacido para el directo (visualizarles sobre un escenario y empezar a salivar es todo uno), depara un ilimitado rango de sonoridades: arrebatos free rock que devienen en visiones apocalíticas que ni un Jeff Buckley redivivo y puesto de ácido (“Sinatra”), bizarradas exóticas que derivan en delirios aparentemente anárquicos (“Mexican Hats”), ritmos fracturados que cortan como dentelladas aunque el violín atenúe la herida (“Nore Roll”, que igual puede recordar a Seaward o a Deus), algún receso de engañosa placidez (“Clio”) e incluso patrones melódicos más adherentes, para que nadie pueda acusarles de excesivamente abstractos o arties, como es el caso de “Ken Yoshikate” y “Begin”.
Incluso una genial pista a modo de créditos finales (“Credits”), que empieza listando el staff merced a una voz femenina (Santi García a los controles, por cierto) y desemboca en un cierre plenamente ensoñador. Un disco fabuloso, adictivo e importante, vaya.
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