Big Inner

Los lectores más inquietos conocerán ya a Matthew E. White. Se ha escrito bastante sobre él por esos mundos de Dios, la prensa le ha tratado bien y ahora, encima, la mismísima Domino decide reeditar “Big Inner” para que todo el mundo pueda descubrirle tras unos primeros pasos en la independencia. Diría que estos meses nos han ayudado a paladear mejor su música, a darle más oportunidades, pero no sería del todo cierto. Porque lo cierto es que White permaneció allí, en un segundo plano, esperando ser aupado por quienes sí han sabido apreciarle desde el minuto cero. Y ahí le tenemos, con su barba, con sus largas melenas y con su arte, que lo tiene, no lo duden. Arte y alma, porque sus canciones tienen mucho de sentimiento, sin excesos, con la parsimonia de esos artistas que manejan su creatividad sin olvidar jamás a los más viejos del lugar, a aquellos que les descubrieron las claves de la alquimia musical. White es un joven-viejo, sin que eso suene despectivo. Bebe de la tradición estadounidense, del folk, del soul, del blues, experimenta cuando le parece necesario y sabe que tener a los mejores compañeros de viaje es algo que no tiene precio (músicos de Megafaun, ensembles de cuerdas, vientos y voces). En todo caso, les recomiendo que entren en el mundo de Matthew E. White por el camino más difícil. Empiecen por los nueve minutos largos de “Brazos”. Si la digieren bien, el resto sin duda les encantará.