El joven trío madrileño Biela se ha tomado su tiempo a la hora de dar continuidad a su debut de hace más de tres años. Es una eternidad en estos tiempos de dictadura del presente más inmediato, pero ellos prefieren ir a su propio ritmo, y no el que imponen las plataformas, lo cual les honra. En el título de su segundo álbum evocan involuntariamente a Los Planetas de los noventa, aunque estilísticamente estén lejos de los granadinos.
Biela están más emparentados con Viva Belgrado, Cala Vento y demás renovadores del rock en su vertiente hardcore o emo, de la música de guitarras fuertes y mucha melodía, pero con un toque contemporáneo que acentúan aquí. En este nuevo trabajo han buscado ser un poco más sofisticados y “modernos”, dentro de que siguen siendo esencialmente un grupo de rock, con arreglos de teclado y algunos tratamientos en las voces de alcance muy generacional y que remiten al omnipresente sonido urbano. Santi García, el productor que ha patentado un sonido a varias hornadas de bandas tan distintas como unidas por su estética sonora, les vuelve a llevar de la mano, apostando por un sonido que destaca, de nuevo, por la contundencia melódica.
Las canciones de “Nuevas Emociones” hablan de incertidumbre y cambio, del paso de la juventud a la vida a la vida adulta con sus retos y servidumbres. También hay naufragios y dudas sentimentales, claro. Son temas universales tratados con un lenguaje generacional muy directo y sincero, de alcance universal. Los puntuales toques modernos en la voz y con algunos sintetizadores no menoscaban la esencia de un trío que se encuentra cómodo explorando su química, esa pegada de power trío que captura el productor. “Salir de aquí”, el corte inicial, con sus cambios de ritmo y estribillo. Toda la filosofía del grupo se condensa en esos dos intensos minutos.
Los tres músicos, Alberto, Álex y David, se vacían con cada instrumento (esos bajos…) en cortes tan efectivos como la mencionada, “Mensajes pendientes”, la inspirada “Cuatro hijos y una casa con jardín” o “Mil preguntas”, con su estribillo estupendo. Cuando se ponen más tiernos bajando de revoluciones (“Ya ni te echo de menos”) no son tan eficaces, pero el balance del siempre difícil segundo disco es satisfactorio y apunta a que lo mejor está por venir.
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