Hay que tomar distancia ante un disco como “Cowboy Carter”. Por las reseñas de las primeras semanas, parecía que estábamos, o bien ante una obra maestra y la nueva demostración de que Beyoncé iba a salvar el mundo, o bien ante un tostón infumable y pretencioso. Sentencias que, si ya de por sí son un poco atrevidas, lo son más si se dicen con tan poco tiempo de reflexión frente a un disco de 27 canciones y casi una hora y media, que incluye innumerables guiños, samples y referencias, además de invitados de lujo como Dolly Parton, Willie Nelson, Linda Martell, Miley Cyrus, Post Malone o Shaboozey, y que en los créditos de producción y composición de material inédito tiene a gente como Pharrell Williams, RAYE, 070 Shake, Arlo Parks o Jon Batiste. Por tener, tiene hasta una cover de The Beatles. Así que no, analizar “Cowboy Carter” no debería ser tarea fácil. Y mi conclusión tras dedicarle horas de escucha e investigación está entre ambas posturas que mencionaba al comenzar este párrafo: no es una obra maestra, y un poco de tijera le vendría fenomenal, pero sí estamos ante otro gran disco de Beyoncé.
Empecemos por lo negativo. Como he dicho, la tijera probablemente mejoraría este álbum, y no precisamente por los criticados interludios: entiendo que aislados no dicen mucho, pero asumiendo el álbum como un todo, son indispensables, y escuchando el álbum seguido, se agradecen bastante. Pero sí hay varias canciones que no están a la altura: “FLAMENCO”, “DESERT EAGLE” o incluso “TYRANT” son más flojas, “SWEET HONEY BUCKIN” está por debajo de su predecesora en “REINASSANCE” (“PURE/HONEY”), “RIIVERDANCE” es bastante mejor en concepto que en resultado, y lo de “JOLENE” no funciona ya desde el propio concepto, siendo probablemente la única pista realmente mala del disco.
Pero, aparte de la tijera, otro problema que ocurre en “Cowboy Carter” es la falta de emoción y de verdadera innovación, precisamente en un disco que a priori apela más a las emociones y a la innovación y mezcla de géneros. Técnicamente es estupendo, y resulta casi un manual en cuestiones históricas y musicales, pero es en ese aspecto donde más falla, y donde otros artistas le siguen adelantando pese a que quizás sus trabajos estén menos estudiados y documentados.
Un ejemplo de cuando ambos universos sí coinciden es “YAYA”, que mezcla a Nancy Sinatra, los Beach Boys y hasta Bon Jovi en el mundo del Chitlin Circuit. El Chitlin Circuit era para los artistas afroamericanos a los que no se les permitía acceder a otros públicos ni a otras competiciones - probablemente porque tenían menos talento, y por eso por ahí pasó gente tan irrelevante como Billie Holiday, Aretha Franklin, Tina Turner, Etta James, Ray Charles, Ella Fitzgerald, Diana Ross, Jimi Hendrix, Little Richard, Marvin Gaye, B.B. King o los Jackson 5. La imaginería del Chitlin Circuit fue, de hecho, la elegida por Beyoncé para dar a conocer su tracklist en ese cartel, y “YAYA” se las apaña para no solo hablar de ello sino transmitir su atmósfera y expresar a la vez reivindicación y celebración.
Porque, pese al argumento hater de que es un robot (similar a lo que siempre se ha dicho de Madonna), Beyoncé es perfectamente capaz de transmitir emociones. Es cierto que no es lo más común en sus canciones, por muy bien ejecutadas que estén... pero, claro, llegan luego cosas como “PROTECTOR”, “16 CARRIAGES”, “II MOST WANTED” o, sobre todo, “DAUGHTER”, y hay que callarse. Y todo esto sin mencionar el que probablemente quede como el gran hit del álbum, “TEXAS HOLD 'EM”, y el que quizás sea el mejor tema, “BODYGUARD”, un sensual y excelente tema que nos hace desear ese (según los rumores) rockero “Acto 3” de Beyoncé.
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