Casi conscientes por entero de que 2023 no iba a ser un año cualquiera para ellos (por algo ha supuesto el décimo aniversario de su homónimo debut en larga duración), Tom Quintans y sus muchachos han querido revelarse contra aquello que habría cabido esperar por parte de su sonido habitual y han formalizado su apuesta más arriesgada y heterogénea hasta la fecha con “Vamos a Destruir”, un canto a la catarsis y a la libertad creativa que rompe parcialmente con los modelos establecidos hasta el momento en el imaginario de Bestia Bebé y con el que la banda nos ofrece ahora su versión más aguerrida y despreocupada a golpe de rock pesado, psicodelia pop y hasta guiños metaleros.
Amarrados a las cadenas del pop independiente durante cuatro álbumes, la formación natural del bonaerense barrio de Boedo ha visto en su quinto trabajo la ocasión perfecta para saltarse el eje y continuar explorando con mayor profundidad los vestigios de ciertas referencias pretéritas que hasta el momento tan solo habían sido intuidas tenuemente a través de pinceladas repartidas dentro de su discografía. Con esta premisa por delante nos topamos con un disco que nos recibe con una portada que bien podría incluso funcionar para un grupo de power-metal de los noventa, siendo ésta la antesala de un cancionero que, sin dejar de respetar las fórmulas originales del cuarteto, acelera sus cadencias hasta recordarnos (desde la distancia y el homenaje) a esas líneas de guitarra y esos asilvestrados juegos de doble bombo, propios de ciertas e icónicas bandas pertenecientes al género pesado (“El Verano”).
En la misma línea también vemos a la formación argentina dejando miguitas de nostalgia contrariada, recordándonos que el tiempo origina a su paso reflexiones y conclusiones que años atrás se encontraban tan solo en barbecho (“Mil problemas, mil errores / Siempre escucho las mismas canciones”, recitan en el citado corte de arranque). Consecuentemente, y desde la euforia y la solidez que les da saberse juntos, les vemos pasear con melancolía consciente por memorias que aluden directamente a cierto arraigo (intuido entre los rugosos ritmos a la space rock de “Cangrejal”) o a momentos específicos de la psique que se tornan colectivos gracias a la universalidad de su esperanza y luz innata (“Un futuro especial que te puede asustar ya está por llegar”, cantan en la emocionante “Un Gran Día”).
Un álbum conjugado constantemente en pasado (“No voy a olvidar que yo toqué el cielo en Montevideo, al fin fui feliz”), anclado en quimeras y reminiscencias que sortean el camino de la ficción y de la realidad, y que terminan desovando en pistas de dispar corte (de la contemplativa y lisérgica “El Humo Negro” hasta el romanticismo despechado de “La Trafic”) que encuentran su nexo y comunión en el propósito de la banda por dar rienda suelta y fluidez a su renovado estilo desde la exención de límites. Así, y tras un coqueteo con la nostalgia menos hostil, continúan con su juego de contrastes y apuestan en “El rock and roll pasó de moda” por la ironía y por reírse tanto de sí mismos como de quienes abogan por emitir ese tipo de discursos completamente convencidos (“Todos enloquecían como vos con ese ritmo tropical que nos vino a destruir”), demostrándonos con sus letras que Quintans y los suyos saben envejecer con gusto.
Un título como “Vamos a Destruir” podría desencadenar muchas lecturas, y más si consideramos el momento presente que atraviesa su Argentina natal; no obstante, lo que Bestia Bebé nos demuestran con su disco y con los nueve temas que lo comprenden es su afán por convertir este momento en un punto de inflexión para la banda y asentar así las bases de una nueva etapa de madurez artística que arranca aquí y ahora. “Directos al museo con los dinosaurios”, sí, pero por la puerta grande del rock latinoamericano actual.
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