La portada del nuevo trabajo del francés es una magnífica fotografía de aires retro: el protagonista departe en un circuito junto a un viejo Fórmula 1. La placidez de la escena se ve desmentida por un piloto que corre, envuelto en llamas, a su espalda. Es una instantánea que condensa a la perfección lo que persigue el artista francés en un disco en el que concentra sus virtudes desplegando un torrente de melancolía tan francesa como universal, bajo el ropaje de pop brillante lleno de glamour y jugosas referencias al automovilismo como metáfora de la vida.
Avalado por un ritmo de producción notable (incluyendo abundantes colaboraciones) pero lastrado por cierta irregularidad, Benjamin Biolay sigue sacudiéndose el peso de haber sido designado heredero oficial del inimitable Serge Gainsbourg. Hacer buenas canciones, siempre con el poso melodramático marca de la casa, es su coartada. Aquí reúne unas cuantas, y al final eso es lo que cuenta. Los aires disco de “Comment est ta peine?”, con sus guitarras rasgadas, remiten a unos The Smiths afrancesados y se elevan con la cruda interpretación vocal y las cuerdas. Los momentos rockeros (“Idéogrammes”), el pop exquisito (“Papillon Noir”, “Ma route”, “Où est pasée la tendresse?”) y la techno-chanson (“Virtual Safety Car”) funcionan igualmente, siempre bajo un tono de elegante madurez crepuscular.
Aunque se le cuela algún subrayado melódico excesivo (“Comme une voiture volée”), el buen gusto se impone a partir de un excelente trabajo guitarrístico, con riffs que podría haber firmado el Johnny Marr de "Electronic". Biolay muestra sobrada confianza en su clase como intérprete de voz rota por la nicotina y la vida (“Vendredi 12”, “La roue tourne”). La prueba de que el disco carbura es que “Grand Prix” (la canción) es un tour de force que marida acid jazz con pop disco hasta supera JC Peñar los cinco minutos, sin que miremos el reloj. En “Interlagos” (circuito en el que el joven Ayrton Senna se coronó en el 91, sin sospechar su trágico final), sintetizadores agridulces coexisten con un encantador estribillo brasileño: Biolay se gusta en el primer escalón del podio.
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