Recibo con los brazos abiertos (en canal) y una mente que va pillando forma de guarida, un nuevo largo, un nuevo ataque emocional de Ben Frost. El australiano radicado en Reikiavik regresa con un sexto álbum de estudio, ‘Scope Neglect’. Un lanzamiento discográfico donde busca recalibrarse a sí mismo. Y lo hace arrastrándonos a todos mediante un eclipse acojonante donde se suman hasta ocho nuevas piezas. Escalofriante, castigador, galvánico y al mismo tiempo etéreo y esquivo.
Hay que tener muy presente que el compositor no publicaba álbum en solitario -es verdad que en este flamante LP cuenta con la compañía de Liam Andrews (MY DISCO) y Greg Kubacki (Car Bomb)- desde aquel ‘The Centre Cannot Hold’ de 2017. Esto no quiere decir, ni muchísimo menos, que haya estado de brazos cruzados o peinándose la barba. Por poco que hayas hecho los deberes, sabrás que este genio de las sombras, artista multidisciplinar e importante activista social y ecológico, no para de colaborar con gente no menos auténtica (Brian Eno, Swans, Tim Hecker, Francesco Fabris, Colin Stetson, Daníel Bjarnason) y compone como un jabato para la industria visual y cinematográfica. Desde la archiconocida ‘Dark’, hasta ‘Fortitude’, ‘Raised by Wolves’ junto a Marc Streitenfeld o más recientemente ‘1899’. Por lo tanto, tenerlo en su más pura libertad y esencia es todo un lujazo.
El túnel musical por el que pasamos y define ‘Scope Neglect’ es definitivamente borrascoso y oscuro. El disco arranca con zarpazos de guitarras metaleras (‘Lamb Shift’) los cuales aparecen y desaparecen entre silencios ensordecedores y una masterclass de efectismo. La finalidad, la sombra de este primer envite se irá alargando en los próximos temas, ‘Chimera’ y ‘The River Of Light And Radiation’. A paso firme se entrelaza la brutalidad física de unas guitarras eléctricas que abrazan lo metalero, rugen y se debaten entre diferentes recursos sonoros (delays, reverberaciones… mímicos siempre) hasta que finalmente se debaten -y estamos hablando de precisión- con arpegios, pulsos y atmósferas más sintéticas y electrónicas.
Alcanzar ‘1993’ es toda una aventura. Y bastante descanso, la verdad. La planicie de sintetizador nos hace aterrizar en una especie de planeta desconocido donde de primeras encontramos calma. Solo un rato de calma. No nos engañemos. Aparece ‘Turning The Prism’ y explota de nuevo la rabia en toda nuestra cara. Eso sí, la puerta del trueque entre metaleo y drones analógicos ya se quedó entreabierta, con lo que el disco no hace más que mejorar. En ‘Tritium Bath’ se incorporan incluso notas minimalistas de guitarra sin distorsión mostrándonos como hasta la más rígida armadura se puede deshacer por segundos en minúsculas partículas. Algunas de ellas, con un mínimo destello de luz incluso.
Alcanzamos los instantes finales de este eclipse sonoro. Ben Frost, a modo de alquimista, logra dibujarnos y conectarnos con un extraño, que no caprichoso, remanso de paz justo para acabar. ‘Unreal In The Eyes Of The Dead’ está dirigido por una constante línea de bajo y tímidas capas atmosféricas que suben y bajan pero sin ocasionar daño alguno, hasta que finalmente -y sin apenas avisar- todo se funde, todo se va. ‘Scope Neglect’ parece haber quedado exhausto, y decide desvanecerse a negro. ‘Fade to Black’, que dirían los Metallica, aunque esta vez mejor nos quedamos con una idea más mental y plácida, evitamos el suicidio ¿os parece?
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