Confeccionar un debut de la mano de James Ford y Alex Turner es casi sinónimo de éxito y de un trabajo pulcro y redondo. Y eso es lo que respira el primer disco de Alexandra Savior: perfección y madurez. Una selección de once temas pop-rock de tiros finos y magnéticos. Pero, a pesar del buen encaje de todas las piezas – la voz humeante de Savior, la nostálgica atmosfera de las canciones, los trabajados arreglos-, el álbum peca de artificial. Las melodías y las construcciones recuerdan inevitablemente a Turner, algo que no debería sorprender sabiendo que es uno de los productores, pero en el momento en el que uno identifica más al líder de Arctic Monkeys que a Savior en las canciones algo no encaja. El rol de la cantante parece limitarse a algo estético: vestir con su elegante y atractiva voz el universo del prestigioso cantautor. Una decisión que, a pesar de dar buenos resultados, hace dudar sobre dónde queda la esencia de Savior en este disco.
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