Las cholas –algo así como las sandalias o las chanclas peninsulares– siempre han sido el baremo de nuestro ritmo estival. En contraste al rutinario y cercado zapato estándar, las cholas fluyen en pasos arrítmicos y lentos, marcando así el ritmo que en los veranos acontece: aquel de lo relajado y lo contemplativo y lo gozoso. Pese ser propias de una temporada, estas cholas pueden obstinarse en los pies de ciertas personas durante más tiempo, incluso de manera perenne, gastando la goma sobre carreteras, calzadas o todo lo que se presente en el camino cual todoterreno vital.
“Yo quiero vivir la vida en cholas, quiero andar mi ritmo, que nadie me joda”, dice quien probablemente abandere eso de llevar las cholas eternamente: Bejo, el malabarista de versos y aniquilador de la sílaba tónica. Tras un año agitado lanzando el álbum “El Tobogán” (23) con el rapero Cráneo, los zapatos estándar quizás empezaron a cercar en demasía al MC de La Caleta, que ha decidido descalzarse y dar aire a su paso con su nuevo EP, “La vida en cholas”, píldora posvacacional perfecta para el que realmente nunca quiere un “post” en sus vacaciones.
Formado por cuatro canciones, el menudo EP es poderoso en sonido e influencia: desde la bossa nova de “La vida en cholas” –tema central del lanzamiento– llegamos al lo-fi de “Chillin”, pasando por los ritmos cálidos y afrobeat de “La motillo” hasta la guitarrita más soul y pacific de “Tuyo”, balada buenrollera perfecta para las siestas en la terraza.
Su sonido, indiscutiblemente tropical y ecléctico hasta el límite, recuerda a clásicos que ya cumplen el medio siglo de vida, como “Kool Jazz” (73) de The Kool And The Gang o a artistas hispanoparlantes como Cookin Soul –con quienes grabó un álbum en 2021–, Calle 13, 7 Notas 7 Colores o incluso Manu Chao, que fluyen en las lyrics y ritmos del rapper isleño creando así sonoridades únicas. Alejándose un poco de temas old school como “La Florinata” o sus acrobáticas colaboraciones con Cráneo, Bejo ha apostado por bajar el ritmo y andar a un paso similar al de los tiempos del “Hipi Hapa Vacilanduki” (17), álbum totémico del rapero canario.
En el apartado audiovisual, como no podría ser de otro modo, todo sigue siendo excelente. La sociedad del tinerfeño con Cachi Richi, responsable de los videoclips del cantante, sigue regalando a los sentidos videoclips estrambóticos y lisérgicos con un CGI envidiable, o bien visualizers dibujados y diseñados por el propio Bejo que lo colocan ya como un huomo universale que “dibeja” y rapea con la soltura envidiable de un niño rebosante de imaginación.
Sea Bejo, Bejito o Borja, los tres por separado o todo a su misma vez (¿alguna vez se separaron?) el locoplaya más inclasificable sigue escalando hacia el parnaso del rap en España, donde canción tras canción y tras muchos años en la escena empieza a vislumbrar cenitales elevados, pero eso sí: siempre en cholas, y a su ritmo.
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