Los inquietos Thrice les pasaron la mano por la cara a todos sus coetáneos salientes de la escena emocore en Estados Unidos. Mientras la mayoría les daban una y otra vez vueltas a las mismas melodías y estructuras de sus canciones, ellos siempre fueron un poco más allá en sus planteamientos. Si bien quizás se magnificó en exceso el valor de sus evoluciones, si es verdad que por lo menos ellos han optado por distanciarse del pelotón y sumergirse en terrenos que otros ni siquiera han imaginado, en discos conceptuales con canciones más complejas e ideas renovadas. “Vheissu” apuntaba claramente hacía dónde se dirigía el grupo y fueron los cuatro Ep’s repartidos en los dos volúmenes de “The Alchemy Index” los encargados en ampliar todavía más sus horizontes. Tras esa etapa de experimentación, ahora ha llegado el momento de dar un paso atrás, no tanto por la calidad de la música (que sigue manteniéndose) sino por sus intenciones y objetivos: disfrutar de nuevo tocando
juntos en el local de ensayo. Más conservadores, y sin embargo más dinámicos, vuelven a la fórmula de sus primeros discos, con la diferencia de que ahora los chicos son más maduros, tocan mejor y las composiciones les dan mil vueltas a las anteriores. Se recrean en la amplitud de unos desarrollos instrumentales generosos, las voces están medidas, y a falta de canciones con mucha pegada, el
conjunto se impone a las individualidades, a pesar de contar con temas que suenan como un cañón, caso de “All The World Is Mad” y “Wood & Wire”.
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