Guillermo del Toro, que como Jonathan Richman es uno de esos niños grandes que se niegan a crecer, dijo un día que “la única y auténtica inmortalidad es la inocencia infantil”.
Seguro que el cantante norteamericano estaría de acuerdo. Richman lleva años luchando contra la pérdida de esa inocencia y lo que ello conlleva. Sus armas son los discos y los directos. “Because Her Beauty Is Raw & Wild” es su nueva declaración de principios. Un nuevo canto a esa inocencia perdida, a esa magia en la que ya no creemos, a ese humor blanco que nos parece pueril. Escuchar las canciones que contiene es una cura de humildad ante la falsa gravedad y ante los pasatiempos sin sustancia que nos rodean, un salto atrás en el tiempo que te recuerda que una vez tú también creíste en los Reyes Magos, o en que Superman podía volar de verdad. El Richman de 2008, acompañado de su inseparable percusionista Tommy Larkins, sigue cantando a sus pintores favoritos (“No One Was Like Vermeer”), guiña el ojo a su época eléctrica (“Old World”), lo intenta otra vez con el español (“Es como el pan”) y el francés (“Le Printemps Des Amoureux Est Venu”), versionea a Leonard Cohen (“Here It Is”), y emociona con canciones inmensas (“When We Refuse To Suffer”, “Time Has Been Going By So Fast”, “Our Drab Ways”).
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