Bien es cierto que la Donelly se granjeó, durante la primera mitad de la pasada década, un respeto merecido y el envidiable status de musa intocable del planeta indie; pero, al igual que la mayoría de sus compañeras de generación, su castillo de naipes se derrumbó cuando la euforia se convirtió en madurez compositiva.
No es que “Beautysleep” sea un mal trabajo, ni mucho menos; sin embargo, la innegable frescura atesorada al frente de Belly –no hablemos ya de las impagables joyas desgranadas a lo largo de su mágica estancia en Throwing Muses- se diluye entre insípidos devaneos ávidos de dulzura y autocomplacencia, que sitúan a nuestra menuda ninfa en tierra de nadie, allá donde Natalie Merchant y otras especies del género se han instalado sin ganas de molestar ni destacar.
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