De la canción una a la diez, el álbum número trece de los de New York recuerda sin fisuras por qué son banda referencial de lo que hoy se llama garage-rock. Aunque por bordear en exceso el power-pop los puristas reserven el estatus de culto para otros como The Lyres o The Mono-men, Peter Zaremba y compañía no se inmutan y festejan su treinta aniversario de banda haciendo menear culos sixties style.
La misma energía. Las mismas canciones de dos y tres acordes. Los mismos pildorazos al hígado (aquí se llaman “Bigger And Better” –gran solo de guitarra-, “I Want The Answer” o “Pretty Pretty Pretty”). Las mismas pequeñas gotas de soul y r&b (“I Am What I Am”) y el órgano de Zaremba, claro. Compuesto a medias por él y el guitarrista Keith Streng y coproducido por Rick Miller (Southern Culture On The Skids) y Jim Diamond (The Dirtbombs), todo suena básico y eficaz, lo único que parecen saber (o querer) hacer. Que –el garage ya es eso- lo suyo es inmovilismo artístico voluntario. Y llega la once, que apuesto a que pasará desapercibida entre fans, “Late September Moon”. ¡Los Fleshtones tienen algo en la cabeza, no sólo en los cojones! Gran canción, diferente, no importa que remita al “No Free Lunch” de Green On Red. Resulta ser la única del bajista, Ken Fox. ¡Peter, Keith, dádle más bola al chaval, joder!
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.