“Bunny” bien podría sea el disco que Beach Fossils siempre aspiraron a hacer. O, al menos, aquel que insinuaron que podrían llegar a concretar cuando explotasen definitivamente su vena compositiva. El cuarto álbum de los de Brooklyn es un espléndido tratado de indie-pop con ecos noventeros y leves pinceladas de un tipo muy selectivo de shoegaze –uno extremadamente amable–, con canciones cuidadas y melodías limpias que encuentran complemento (y al mismo tiempo contraste) en la minuciosa bruma que las acompaña y sugiere un halo adicional de misterio.
Es lo que sucede con las once piezas entregadas por el cuarteto, que se suceden armoniosas para motivar la satisfacción de un oyente complacido ante los cantos de sirena que resuenan a lo largo de apenas cuarenta minutos. Una conquista trabajada y que comienza inmediatamente con las virtudes de “Sleeping On My Own”, para luego confirmarse gracias a otros aciertos como “Run To The Moon”, “Don’t Fade Away” o las absolutamente deliciosas “(Just Like The) Setting Sun” y “Tough Love”. Por su parte, “Anything Is Anything” hubiera podido pertenecer a Ride, mientras que con “Dare Me” es inevitable no acordarse de los franceses Phoenix. “Numb” y la calma mecida de “Waterfall” confirman estrepitosamente sensaciones y, ejerciendo como cierre, acentúan el sabor de boca destilado por la referencia en cuestión.
“Bunny” es una de esas obras que empiezan convenciendo y terminan enamorando, asentándose en el oyente amparadas por un una belleza vaporosa e insinuante ante la que procede claudicar y solo queda asentir como muestra de aprobación ante el trabajo del cuarteto. Tras otros títulos interesantes como el debut homónimo de 2010, “Clash The Truth” (Captured Tracks, 13) o “Somersault” (Bayonet Records, 17), Beach Fossils completan el proceso hacia una mayor trascendencia gracias el que es álbum más trascendente, redondo y, en definitiva, delicioso de toda su carrera.
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