Carolina Hervé, la primera dama, la Hillary Clinton del electro, se queda donde estaba con su nuevo trabajo. Hacía cuatro años que no editaba producciones propias (su disco en solitario fue “I.Com”, Novamute, 2004) y la espera no ha curtido su sonido.
La portada ya tira un poco atrás (la ha dibujado Rob Reger, el creador de Emily Strange) y nos avanza que vamos a encontrar apuntes, tanto en las letras como en la envoltura musical, a la cultura gótica de la que es fan la Kittin, pero que a muchos nos huele como un eructo. La amiga ha esbozado este disco (de trece temas y editado en su propio sello, Nobody’s Bizzness) como un punto de inflexión en su carrera, lo cual significa, esperemos, que estamos ante un disco de transición. Más le vale… Este año, como no, también estará en el Sónar. Veremos cómo recibe la audiencia sus nuevas y mediocres tonadas, puesto que poco de “Batbox” consigue emocionar. Sobresalen piezas como “Pollution Of The Mind” o el single “Kittin Is High” (la misma gatita de siempre), pero que desafortunadamente no consiguen cautivar como lo hicieron en su momento “Frank Sinatra (Is Dead)” y “1982”, hechos al alimón con The Hacker e himnos incorruptibles en las pistas todavía hoy. Resumiendo, el electro quebradizo de Miss Kittin endulzado con su particular timbre no suena nuevo, ni intenta hacerlo (quizá lo más evidente es el mayor uso de guitarras y un envoltorio más pop). Eso quizá seguirá poniendo a tono a sus fieles, pero al resto es hora de que nos ofrezca algo más. No es posible, y cada vez lo será menos, vivir de las rentas del electroclash.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.