The Twits

Cuando alguien te habla de tres britanicos perdidos por Mallorca lo más seguro és que vislumbres tres figuras de contraste blanco lechoso-rojo radioactivo, absolutamente borrachas, tambaleandose por el asfixiante bochorno de Magaluf en busca de algún balcón des del que chillar ¡LAD, THIS IS SO FUCKING MENTAL! Pero si especificamos el contexto, y esta vez es febrero, y estamos en un estudio casero de grabación con la productora Marta Salogni- que ha trabajado con gente como Animal Collective, Black Midi, Romy o Björk-, la cosa cambia. Inevitablemente entonces toca pensar en "The Twits" el segundo álbum que han lanzado bar italia este año.

Después de su debut, "Tracey Denim", junto a Matador Records, regresan con un segundo álbum grabado durante el invierno de este mismo año. Siguen con su atmósfera moody, però con toques mucho más indie rock de lo que se podría esperar como en "worlds greatest emoter", o en su abertura, "my little tony"- que nos podría transportar sin mucho esfuerzo al indie sleaze de los mid 00’- el disco se despliega en 13 cortes. Que las primera palabras sean "your pretentious ways make me die a little" hacen pensar que tampoco les interesa demasiado lo que tenga que opinar nadie de ellos, especialmente el purismo musical, aunque tienen claramente a su nicho en el bolsillo.

En este perfeccionan la técnica de cantar como aquel que no se esfuerza mucho por cantar bien, o más bien, como si cada toma fuera la primera, sin haber calentado mucho la voz, lo que les da un timbre genuino y esa textura tenebrosas como en "Real house wibes (desperate house vibes)", "calm down with me," o en "twist". Todo un as a tu favor si lo tuyo es el shoegaze. Y sin salirse de su registro, incluso prueban con unas guitarras mid-west relajadas en "Jelsey". Hasta llegan a un punto coming of age con "sound like you had to be there". Uno de esos álbumes que sientes que si te pillan con 16 años deberías obsesionarte irremediablemente, ellos dirían que "I don’t think that your obsession is a problem", y vivir en él hasta que la realidad se vuelva lo suficiente cómoda para que no te resulte hostil.