A nadie se le escapa que debe ser muy duro hacerse mayor en el basto universo de la cúltura pop, aunque lo sea en mayor medida si nos ceñimos al puro y más duro rock’ n roll. Un estilo que se ha nutrido y se nutre de la exaltación, desenfreno y desmadre propio de los años mozos. Claro, que si lo piensas un poco debe ser incluso más duro , si hace unos cuantos lustros que la banda en la que militabas desapareció, dejando un regero de leyenda tras de si. Porque ¿alguien imagina a un Brian Johnson o incluso a un Steven Tyler sin el amparo de su banda?. ¡Qué difícil pergeñar algo digno a la altura del prestigio que arrastras!. A Robert Plant le ha costado unas cuantas décadas aunar las alabanzas de la crítica de diferente pelaje, incluidos todos aquellos a los que Led Zeppelin no les representa lo que las crónicas más entusiasatas afirman que fue o a los que, en el peor de los casos, sus discos les parecen aterradores. Fue necesario un disco como el muy laureado “Raising Sand” (2007) junto a la cantante Alison Krauss, para que el nombre de Robert Plant estuviera de nuevo en boca de todos. Y sobre todo para que lo hiciera en la misma forma en la que lo estaban solistas como Lou Reed, Tom Waits o incluso Bob Dylan. Y claro, una vez descubierto el filón, sería de estúpidos cambiar la fórmula. Al contrario, mejor profundizarla y modificar los detalles justos para que sea un disco aún más unipersonal, en el que tu nombre no tenga que compartir estrellato con nadie. Tan sólo con el del veterano y ya habitual Buddy Miller (guitarra y co-productor) que, aunque no es poca cosa, no te robará tanto protagonismo como la Kraus o incluso el anterior productor Daniel Lanois. Sin embargo hay que reconocer que tanto Robert Plant como Buddy Miller han hecho un trabajo estupendo difícil de superar. Por lo pronto han sabido escoger con mucho acierto y tino las versiones ocultas de blues pantanoso y folk cavernoso -por no decir cavernícola- que dan forma al disco. Y tampoco se puede poner ningún reparo, más bien al contrario, de la maravillosa puesta en escena instrumental de un disco que suena perfecto y elegante en su modulación aterciopelada y estructura académica. Nada que objetar. Quizás la única pergunta que cabe hacerse es si estaríamos valorando de igual manera este trabajo si lo hubiera perpetrado un jovenzuelo de veintipocos años. Evidentemente no. Pero dudo que un jovenzuelo se hubiera sabido rodear de músicos de la categoría de Buddy Miller y sobre todo hubiera sido capaz de otorgar justo lo que cada canción requiere en un alarde de experiencia y sabiduría. Ese es el mayor tesoro del genio de Robert Plant, su capacidad de interpretación trasciende y te atrapa. Un don reservado a unos pocos y que, por fortuna, puede macerar bien con los años si a uno no le pierde el norte de la vanidad o la autocomplaciencia. Magnífica obra, ilustrisimo sir.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.