La formación belga ha decidido emprender un nuevo rumbo en su cuarto larga duración para potenciar su parte más rítmica. Logrando despojarse del carácter crooner y dejando de lado los arreglos barrocos a los que nos tienen acostumbrados, en esta nueva referencia siguen sonando de lo más elegantes a costa de someter sus temas a una catarata de influencias muy bien cohesionadas. Desde líneas de bajo heredadas del R&B más llevado al downtempo hasta momentos de total libertad asociada al free jazz, todo ello para conducirnos a algunos de los estribillos más pop que han facturado hasta el momento como bien ocurre en “I’m Never Gonna Let You Down Again”. De este modo los punteos de bajo resultan más generosos y marcados que nunca, todo ello con la firme proposición de lograr que las canciones tengan en todo momento un buen hilo conductor sobre el que acabe destacando la sugerente voz de su frontman Maarten Devoldere. Cierto es que sus temas nunca se han movido de una forma impulsiva, sino más bien en un ejercicio opuesto, por lo que la vía más fácil para ellos ha sido apostar por enfatizar los coros y acentuar de este modo los cambios de dinámicas como nos encontramos en “Wrong Faces”. Así es como parcialmente logran romper el carácter rígido y encorsetado en el que parece que desarrollan sus melodías.
A pesar de encontrarnos ante un trabajo claramente rupturista, los nexos de unión respecto a sus predecesores no logran difuminarse por completo, ya que en los momentos más ambientales, aquellos que le otorgan al disco un cierto aire inquietante, Balthazar tiran de su característica sobriedad para reducir las revoluciones. Este es el caso de una “Grapefruit” donde demuestran sus tácticas para hacernos creer que provienen de la época dorada de la chanson francesa. La sombra de Serge Gainsbourg siempre ha sido muy alargada en sus temas, apareciendo de forma clara justo en aquel momento en el que simplifican su propuesta. También resulta curioso que logrando una canción como “Entertainment”, donde incluso tiran hacia ritmos más exóticos, no se dejan llevar por un mayor estado de euforia, sino que más bien le ponen freno al adentrarse en la recta final del trabajo. Sea como sea, su esfuerzo por sorprendernos consigue vivir un nuevo episodio en “Roller Coaster” y su vocación puramente arábiga. Es aquí donde nos planteamos si realmente el ejercicio de experimentación de este trabajo ha sido realizado sobre las bases ya presentes o si bien echaron mano de llenas una vez vieron que todas las novedades se les iban de las manos.
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