“Si me miras a los ojos, me tendré que confesar.../Todo el mundo está pendiente de ti”. Con esta luminosa y contagiosa “Veritá” que crece poco a poco, comienzan el contraataque los malagueños Ballena en su segundo largo, “Odisea Ballena”. Y sí, pendiente estábamos de ellos tras su notable debut “Navarone” (17) y la huella que iban dejando en sus directos, cada vez más compactos y envolventes.
La aguja cae sobre “Odisea Ballena” y nos encontramos con once canciones crujientes y eléctricas, con vida propia, de texturas cuidadas y afiladas que esquivan a lo largo de los surcos, la senda del indie más trillado. Ecos de pop pretérito, rebosante de armonías y raíces sureñas, con cierto punch de power pop en vena y rabia contenida, cargada de una energía positiva creciente que termina por ganar siempre la partida.
De medios tiempos elegantes y atmosféricos como “Valora tu surf”, a “El conjunto”, con coros sesenteros que se extienden como una brisa refrescante en la densidad de una calurosa tarde de verano, con una letra incisiva marca de la casa, reflejando la extendida moda de opinar sobre las vidas ajenas, con el mantra de “deberías replanteártelo todo, que ya tienes una edad”.
Buscamos señales en el cielo estrellado y la válvula de escape en “Torre de control”, con una marcada base rítmica en la que la batería toma el mando, mientras los vientos reinantes en aquel “El policía de estilo” que abría su anterior “Navarone”, con cierto sabor fronterizo y reminiscencias a Beirut, vuelven a aparecer en la pegadiza “Jalocos”, con Jimi García (Eskorzo) a la trompeta, resurgiendo su protagonismo también en la explosión final de “Rey de redes”, esa crítica a los haters e influencers que viven su realidad de mentiras entre filtros de Internet.
Si en la cara B no podrás evitar que se te quede pegada como salitre a la piel la cadencia adictiva y melancólica de “Niágara”, en la cara A hay una montaña rusa que lleva un ingrediente secreto extra al resto y de la que no querrás bajarte, “La fiesta de Iniesta”. Un omnipresente bajo marca el camino y entre remolinos de riffs y explosiones sónicas, rezuma el aroma de los The Cure más resplandecientes, con Miguel Rueda al frente como una suerte de Robert Smith malagueño que se deja las cuerdas vocales bajo una lluvia de confeti.
Al trio titular, Alejandro Hidalgo (guitarra y batería), Juande Jiménez (bajo y batería) y Miguel Rueda (guitarra y voz), con un recorrido en sus espaldas que pasa por Negroazulado, Fila India, Modo Bélica, Cecilia Ann y Notes to Myself, entre otras bandas, se unen ahora las colaboraciones de otros músicos fraguados en mil batallas, como Dani Guirado (Pájaro Jack, Cecilia Ann) a las percusiones, Raúl Bernal (Dolorosa, 091) a los teclados y el ya mencionado Jimi García (Eskorzo) a las trompetas. Además, firma el artwork completo del álbum en una cuidadísima edición en vinilo, el chanante entre los chanantes, Joaquín Reyes. Un envoltorio de lujo en el que, cada una de las ilustraciones, están conectadas con las pistas que conforman el disco.
Ballena no se varan, nadan mar adentro y no deberías perderte esta nueva y radiante puesta de sol.
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