Carentes del tenso cableado eléctrico que recorría la espina dorsal de los mejores Luna, pero dotados a su vez del encanto de la mejor tradición de duetos mixtos de la historia del pop. Por ese camino, acaso algo más relajado que en su primera entrega, sigue discurriendo la travesía conjunta de Dean Wareheam y su pareja, Britta Phillips, quien ya ocupara las tareas de bajista en la última encarnación de la banda neoyorquina. Y podría pasar por un entretenimiento menor, pero no sería justo pasar por alto los repuntes electrónicos de “Singer Sing” (casi audaces si tenemos en cuenta la trayectoria previa del interfecto), el hechizo selenita (una vez más) de “Words Yoy Used To Say”, “Me & My Babies” o “The Sun Is Still Sunny” y esa pátina de sereno y dulce ejercicio de estilo que parece recubrirlo todo, con el soft rock como principal faro y bajo la supervisión del curtidísimo Tony Visconti. Una tónica general que, si bien no aporta de por sí más hondura a la obra de Wareham, sí que certifica al menos el hallazgo de una nueva vía expresiva con la que dotar a su carrera de una plácida madurez. Aunque sea de nuevo apuntalando gran parte de su discurso en recreaciones de material ajeno: esta vez repiten la jugada con Lee Hazlewood, The Troggs, Claudine Longet y Donovan.
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