Resulta positivo y esperanzador que, cuando la música urbana y el rap están atravesando su momento más popular, y en consecuencia banal, un rapero de referencia como Ayax publique un disco donde el concepto principal gira en torno a un mensaje apoyado en la poesía, la literatura y el cine. Aquí no se habla de perreos o mover el cucu en la discoteca. Incluso cada vez hay menos frases sobre el ego tan propio del rap.
El granaíno se mantiene fiel a ese hiphop que intenta transmitir valores al mismo tiempo que trata de rompernos el cuello, con unas letras que nos hablan desde Extremoduro a cine de culto pasando por Lorca o su propia vida. Todo narrado con un lenguaje cuidado, esmerado, demostrando que a nivel de letras está uno o varios pasos por encima del resto de MC’s de España. Echamos de menos algo más de variedad en estilo de los rapeos y los beats de Ayax. Canciones como “La Mili”, “Toblerone”, “La Góndola” o “Guajiro” muestran a un Ayax más inspirado que otras como “Macondo”, “El León” o “Esperanza”, pero lo cierto es que si entendemos este álbum en su visión conceptual autobiográfica, el resultado es un notable alto. Porque en eso de escupir sentimientos y verdades, pocos hay como Ayax.
Para este “Juglar del siglo XXI” formado por catorce canciones, el de Albaicín se ha rodeado de Blasfem, Sceno o Tensei a la producción para darle al conjunto ese sabor de rap noventero que tanto le ha gustado siempre (desde que el legendario Hazhe produjese canciones como “El flautista de Hamelín”). Bombos, cajas y melodías melancólicas como vehículo de ese rap con el que trasmite de forma tan auténtico el dolor y la nostalgia. Y en cuanto al micrófono su hermano Prok, Foyone, Dollar y Fernando Costa le acompañan en esta aventura con la que Ayax trata de trasladarnos a los orígenes del rap, aquellos juglares que viajaban de ciudad en ciudad recitando poemas, cantando, bailando o contando historias. En definitiva, compartiendo su arte con el público.
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