Race The Night
DiscosAsh

Race The Night

6 / 10
Raúl Julián — 22-09-2023
Empresa — Fierce Panda
Género — Indie rock

Ash es una de esas bandas felizmente superviviente de la década de los noventa (decidan ustedes si formaban o no parte del Britpop) que, en la que es una anomalía admirable, nunca ha llegado a interrumpir su actividad, manteniendo además intacta la que fuese su formación original (aunque Charlotte Hatherley se uniese como segunda guitarrista durante una temporada). A día de hoy, el grupo formado por Tim Wheeler, Mark Hamilton y Rick McMurray aún apuesta por intensas canciones sin trampa ni cartón y que, para bien o para mal, podrían haber formado parte de aquel “Nu-Clear Sounds” (Dreamworks, 98) publicado hace un cuarto de siglo.

La formación norirlandesa continúa, por tanto, incidiendo en esa fórmula de enérgico indie-pop-rock, que cuida las melodías subyacentes en las propias canciones y, con frecuencia, se presenta algo asilvestrado en base al generoso protagonismo de guitarras electrificadas. Unos argumentos que, según el momento, pueden virar hacia un aspecto más accesible o apurar un perfil más punk, del tipo del exhibido por el grupo su debut “Trailer” (Reprise, 95). Fuera como fuese, “Race The Night” deja algunas muestras valiosas de la personalidad del combo, desde la gema que abre la referencia y sirve para darle título al power-pop acelerado del minuto y medio de “Peanut Brain”, pasando por una “Reward In Mind” que podrían haber firmado Weezer, el bonito medio tiempo “Oslo” (con la colaboración de la cantante Démira) o la potente “Like A God”.

“Race The Night” no es, desde luego, el mejor disco de Ash; quizá ni siquiera sea el mejor que los norirlandeses hayan lazando en los últimos años, honor que podrían disputarse “Kablammo!” (Ear Music, 15) e “Islands” (Infectious, 18). Se trata de un trabajo algo reiterativo que, en cualquier caso, afianza su posición y deja un puñado de buenas canciones. O, dicho de otro modo, hablamos de un elepé que no se recordará específicamente dentro del currículo de Ash , pero que, desde luego, tampoco amarga ni incomoda, con la alegría adicional de saber que siguen ahí y mantienen latente ese ímpetu suyo tan reconocible. Bien pensado, no es poco.

 

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