El segundo disco de un artista suele ser peliagudo, porque has tenido toda la vida para conseguir las canciones del primero pero luego ese tiempo se evapora y tienes que hacer uno nuevo, entonces llega la duda, seguir con el mismo sonido que ha definido el primero o intentar romper con él. En el caso de Arlo Parks se puede decir con seguridad que ha optado por el primer camino, uno espinoso porque si te quedas con el mismo sonido entonces tienes que encontrar canciones a la altura de tu primera obra y “My Soft Machine” no las tiene. Está sencillamente varios escalones por debajo de su debut, “Collapsed In Sunbeams”.
No es que este sea un mal disco, aquí hay suficientes pruebas del talento compositivo de Parks, tanto en algunas melodías como en las letras, pero también hay, cosa que no había en su debut, canciones insulsas y genéricas, como si estuvieran creadas por una Inteligencia Artificial programada para crear canciones de Arlo Parks. El disco, en general, resulta tan poco sorprendente como su única colaboración, la omnipresente Phoebe Bridgers que sigue apareciendo en todas partes, todo el rato, al mismo tiempo.
A pesar de no haber nada a la altura de "Hurt", "Hope", "Eugene" o "Black Dog", también hay varias canciones que nos hacen mantener las esperanzas en una artista con un claro talento, se trata de cosas como el sencillo "Blades" o "I'm Sorry", construida sobre una gran línea de bajo y un punto trip-hop que le va muy bien a su cálida voz.
Las canciones de “My Soft Machine” van surgiendo de forma agradable y competente, pero no especialmente memorable. Para ser un disco sobre el trauma y los problemas mentales suena un poco inofensivo como si el título pudiera ser tomado literalmente, y es que "My Soft Machine" no suena a la mítica banda de Kevin Ayers y Robert Wyatt sino a una máquina suave, confortable y ligeramente inofensiva.
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