Volver a empezar
DiscosAriza

Volver a empezar

8 / 10
Kepa Arbizu — 17-01-2023
Empresa — Autoeditado
Género — Pop-Rock

Si rastreásemos las huellas dejadas por Miguel Ángel Ariza, nos conducirían hasta encontrarle liderando el grupo Última Experiencia o formando parte de la banda que acompaña al Gran Wyoming en su faceta musical, Los Insolventes. Episodios de un currículum al que se añade ahora la puesta en marcha de un proyecto en solitario que ya desde las nomenclaturas utilizadas, al abrigo de su propio apellido y bautizando su disco debut con el explícito título de “Volver a empezar”, nos predisponen ante un trabajo, y su consiguiente apuesta global, presentado así mismo como un (re)nacimiento, tanto artístico, por lo mostrado entre sus cortes, como en lo relativo al ámbito personal, visto el bagaje autobiográfico que parece contener su cuidada lírica.

Una muda de piel ejercida por el madrileño en la que mantiene a su lado a ciertos compañeros con los que ya ha compartido travesías pretéritas como incorpora nuevos nombres sobre los que apoyarse en la actual singladura. Una simbólica comunión entre pasado y presente que se traslada igualmente a la exposición musical adoptada por este primer episodio, con el que perfora una cubierta hasta este momento afincada en el rock clásico, el que nos remite a las épocas doradas del género, para obtener un punto de fuga por el que desembocar hacia otros ámbitos que le permitan trasladar un variado y detallista escenario.

“Hoy no soy quien era ayer”, frase inicial del tema homónimo encargado de abrir el álbum, más allá de toda una declaración de intenciones funciona en paralelo cual tajante sentencia a la hora de desabrochar su alma cambiante. Una confesión que sobrepasa el marco íntimo para convertirse en anticipo de un concepto creativo más versátil, envolviéndose para esta pieza en una bellísima melodía que navega entre el pop y la psicodelia, una ductilidad para trasladarse entre orillas que remite a iconoclastas como Café Tacuba o se encomienda a referentes clásicos ubicados en nuestras fronteras, en este caso representados en Los Mustang.

Asentado sobre un espíritu nostálgico que merodeará en buena parte de las composiciones, no hay ocasión más propicia para maniobrar entre dichas latitudes que la de reflejar el brote de los canas incluso en las relaciones afectivas, haciendo de “Cicatrices” un ejercicio de cálida sutilidad con el que extraer del imaginario americano su aspecto más armoniosa, faceta reconocible en las maneras de Manolo Breis o Los Madison, Siendo “Hojas” otro momento de extrema sensibilidad, y trazado bajo parecidos parámetros, convive en su naturaleza una identificativa majestuosidad que, haciendo honor a su título, parece determinada a fluir solo bajo el mandato caprichoso del viento. La inicial sobriedad, relacionada con su condición folk, de la que hace gala “Una canción”, donde se plasma esa mágica capacidad con la que cuentan las canciones para descifrar los secretos del alma, se irá rearmando paulatinamente para sonar intensa en su dimensión trovadoresca, siendo un óptimo cierre del trabajo.

Pero antes de esa despedida, y de nuevo resaltando el carácter ambivalente con el que talentosamente juega el concepto del disco, aquellas declamaciones intimistas que enfocan hacia las entrañas, no dudarán en tornarse incisivas proclamas contra esas nubes negras que cargan con el dolor de nuestros antepasados y que se han instalado en nuestra realidad a base de sacar de ese armario de los horrores –que tiznó la historia– sus “camisas nuevas”, hoy convertidas en tendencia. “El lado oscuro” no se arredra a la hora de lamentar nuestra inacción ante lo que nos acechaba y lo hace sin desprenderse de su condición melódica pero combatiendo con el furor de las guitarras eléctricas. Las mismas que en “Héroes” apuntarán hacia un horizonte soleado y melancólico, en el que permanecen instalados The Byrds, Tom Petty o Big Star, con el fin de confeccionar otro de esos luminosos estribillos imborrables de la memoria. La espiritual introducción que nos conduce hasta los lamentos cultivados entre campos de algodón, sirve a “Cuando llueve” para, tomando la “bluesera” metáfora meteorológica para registrar estados de ánimo, dar vida a un imponente tema de raíz negra.

Ariza es por supuesto el apellido de Miguel Ángel, pero ahora también podemos referirnos a él como la firma que rubrica un extraordinario trabajo que nos avisa del potencial que desde su nacimiento ya ha adquirido este proyecto. No hay en sus temas abandono alguno de sus viejos amores por los héroes clásicos de las seis cuerdas, pero sí ha sabido a la perfección encontrar el camino por el que guiarlos hasta un sonido repleto de matices y detalles, fraguado a su vez bajo un fuerte calado emocional. “Volver a empezar” es un más que explícito título que describe con exactitud lo que son estas ocho canciones: la cartografía que nos dirige hacia un renacer, todavía con las huellas dejadas por las cicatrices causadas por el pasado y presente, manifestado en un esbelto nuevo cuerpo creativo.

 

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