Hay sellos que, bien de una forma premeditada o bien de un modo completamente natural, porque la cabra siempre tira al monte, terminan por irradiar un sello personal del que son partícipes todas (o casi) todas las bandas que militan en sus filas. En El Genio Equivocado hay un patrón, inherente, que es común a gran parte –no todas, claro, pero sí gran parte– de sus bandas: la ensoñación propia del shoegaze, del dream pop, del ruidismo menos estridente cuando procede sobre cuartilla pop o de cualquier otra forma de indie con anclaje sonoro en los noventa, la década en la que todo se ramificó en múltiples direcciones y aún las etiquetas gozaban de ese sentido que el paso del tiempo ha ido diluyendo.
Los malagueños Arista Fiera son el último valor de la saga. Saben perfectamente qué códigos manejan, y este primer álbum –segundo en realidad, si contamos el mini elepé “Simetría Par”, de 2017, que contabilizaba siete temas– confirma su pericia en el desdoble de los palos de una baraja que, en su caso, es más amplia de lo que parece a primera vista. O más de lo que insinuaban hasta ahora.
Ya sea el ritmo motorik ahormando evanescentes líneas de teclado que sostiene la fulgurante “No estás”, los acercamientos al recetario de Los Planetas cuando se juntan con La Bien Querida (Banin colaboró con ellos en su anterior disco, no es un paralelismo descabellado), en esa veta que los granadinos ya estrenaron con Irantzu Valencia hace más de tres lustros (“Y además es imposible”, de 2004) y que tiene reflejo en “El breve romance” o “Victoria”, los chasqueos de electricidad en estado más crudo, como el de “Decir que no”, que en su caso igual pueden recordar –y creo que es un halago– a The Cure (por los teclados) y a Lush (por el vuelo melódico), incursiones en un pizpireto pop de corte escuela Elefant, como es “Algo nuestro” o hasta en una suerte de reluciente synth pop en “Tiempo vivido”, e incluso espartanos medios tiempos al piano, sin trampa ni cartón, como “Cada vez que intento explicarlo”.
Intriga saber si en su próximo movimiento primarán una vía de expresión en detrimento de las otras, o –por el contrario– seguirán mostrando la misma diversidad de registros. Dada la soltura con la que se manejan en todos ellos, quizá lo único que importe ahora mismo es disfrutarlos.
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