Devendra Banhart siempre ha tenido la virtud de salir más que airoso de cualquier jardín en el que se ha metido, de trocar en oro todo lo que acaricia, y su noveno álbum no es una excepción. Pertrechado por sus fieles Noah Georgeson y Josiah Steinbrick, destila aquí la factura más sintéticamente austera, sensual y nocturna de su propuesta, gracias -especialmente- a esos teclados eléctricos que restan primacía a las guitarras y sostienen en el aire -casi en una ingravidez muy cercana a lo que sería su acercamiento más plausible a la década de los 80- otra colección de canciones primorosa.
Desde el guiño a la disco music de “Fig Leather” a la torch song de “Linda”, pasando por su delicioso homenaje a Jonathan Richman en “Jon Lends a Hand”, su proverbial aproximación a la bossa en “Theme For a Taiwanese Woman in Lime Green” o el exotiSmo de “Mara”, apelación al demonio budista que se resuelve entre punteos de koto, ese instrumento japonés de cuerda que tanto protagonismo tiene a lo largo del álbum.
A su ejemplar brillantez compositiva, saldada con tanta naturalidad -la habitual- que se diría que le basta con respirar para adquirirla, cabe añadir el vasto rango de estados de ánimo que aquí evoca con acierto, en sintonía con las grandes rúbricas: “Ape In Pink Marble” es un disco gozoso, que celebra la vida y se la bebe a sorbos en temas como “Fancy Man” o “Lucky”, pero que también sabe hacer arte del duelo por los ausentes en “Mourner's Dance”, un precioso réquiem con melodía atribuible por entero a Steinbrick, lugarteniente que cada vez exhibe más galones. Otro triunfo sin reservas, esta vez en favor de su versión más sutil.
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