Tan sencillo –o tan difícil– como pedirles que fuesen quienes son. Dicho y hecho: Antònia Font vuelven como si el tiempo no hubiera pasado. El combo mallorquín ha demostrado ser una banda atemporal (o fuera de época directamente): de las que funcionan, por su gusto orfebre y un encanto críptico, publiquen cuando publiquen.
Los años son más leves para ellos. Pese a que han sido casi diez las temporadas de silencio, “Un minut estroboscópica” interrumpe un punto y coma. Como un amigo al que dejaste de ver. Pero a los pocos minutos juntos, de nuevo complicidad.
Encontramos reminiscencias a lo último de su carrera, “Una daixona de pols” suena al “Clint Eastwod” de “Lamparetes” (11), sintetizadores juguetones, pop de cámara, batiburrillos preciosistas (“Cançó de llum”), cambios de tonalidad… Y, sobre todo, canciones. Canciones de fondo galáctico, precioso primer single homónimo, muy terrenales, como el homenaje a Miquel Riera, reflexiones de corte existencial (“Oh la la”) y temas de amor (“Venc amb tu”).
Como siempre, nos encontramos con la pluma sofisticada de Joan Miquel Oliver: versátiles juegos de palabras, recursos literarios por doquier (raros en el pop, paronomasia o anadiplosis) y una bestial sensibilidad por el léxico. Era difícil que Antònia Font le perdiesen el pulso a lo que funciona; ellos han marcado el surco de lo que fluye.
La sensación es que Joan Miquel Oliver ya se ha fogueado todo lo que debía con su proyecto, sobre todo en ejercicios de estilo como “Aventures de la nota La” (20). Por ello, compone para sumar temas, para explotar como solo él sabe la voz de Pau Debón y, en esencia, para contentar a los fans de la banda que los disfrutarán en directo en cuatro bolos de regreso este 2022: dos en Barcelona, uno en Mallorca y otro en València. Habrá sobrasada por cortar. Al final era tan sencillo como pedirles a Antònia Font que fuesen Antònia Font.
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