Lloyd Cole representa el triunfo de la sensatez sobre la velocidad. Abandera una clase de talento sin acelerones, en la que lo normal es avanzar sin cambiar la marcha, sin insultar a los otros conductores, sin escandalizar a las cámaras de los radares. En su carrera hace tiempo que dejó de haber singles, así que se encuentra a salvo de los grandes éxitos y de los grandes fracasos. Ahora sólo le editan álbumes de cuarenta y tantos minutos, discos de canciones hechas con esmero, que nunca suenan descuidadas ni tampoco espectaculares. Jamás rompen con nada de lo anterior, simplemente se pasean por los diferentes espacios de la melancolía. Van de lo triste (“Rolodex Incident”) a lo tarareable en una buena ducha matutina (“Antidepressant”).
“Antidepressant” cruza el espectro con suavidad; se encuentra bañado de un intimismo de autor, pulido por una voz que consuela solo con su tono. Esta es la historia de Lloyd Cole, con o sin los Commotions. La industria no tiene forma de exprimirlo en sesenta días, así que lo deja circular por el carril lento y lanza por el carril de la izquierda a los kamikazes del dinero, que lo rebasan en cuestión de segundos, aunque difícilmente sobreviven más de dos años, y mucho menos veinte.
Toonhduwc! That's a really cool way of putting it!