El dúo canadiense formado por el productor Corin Roddick y la cantante Megan James edita la continuación de "Shrines" (4AD, 2012), un disco que les puso en el mapa y también en el corazón de un público que se antoja numeroso y ecléctico, si nos fijamos en la constante presencia que la banda en medios generalistas internacionales (The New York Times, Rolling Stone) y también en los medios online como Pitchfork, donde consiguieron alzarse con el premio de ‘Best New Music’ en el año de su debut.
El reto planteado en "Another Eternity" es difícil para ambos bandos: el grupo y el público. Los canadienses quieren avanzar y su público debería querer creerles. Porque donde antes había unos bajos que presionaban la escucha y trataban de quedarse a vivir para siempre entre la garganta y la nunca, ahora hay espacio.
La pregunta no es si "Another Eternity" es un disco peor que "Shrines", sino qué tipo de emoción propone. Y en este sentido, el trabajo de orfebrería que hace Roddick en la producción y la voz increíblemente bonita de James, no pasa desapercibido. Hay momentos en estos 35 minutos de una calidad descomunal, como el estribillo de "Begin Again", cuyos compases vacíos, perfectos, letales, justifican ya no la compra de este album, sino la mera existencia de la banda. El comienzo de "Stranger Than Earth" es también espectacular, demostrando que Purity Ring parecen más interesantes cuando se enrarecen, cuando no van a arrancar las palmas divertidas de un público de festival. Y quizás ahí resida el único (y a la vez gran) pero de este disco: la sombra de la autocomplacencia que planea, por momentos demasiado baja, sobre algunas composiciones que podrían estar en el Top 10 de un recopilatorio imaginario titulado Música Para Blogueras 2015. Como la inicial "Heartsight" que ni tan siquiera parece escrita por Purity Ring de lo fácil y empalagosa que resulta. O "Bodyache" que nos recuerda que hemos escuchado estribillos mucho más venenosos en boca de Miley Cyrus y que es muy probable que no tardemos en escuchar este tema en algún anuncio de coches, perfumes caros o El Corte Inglés. Haría bien su trabajo en las tres disciplinas. O la cadencia comodona de "Repetition", que solo se salva por las horas de producción que se notan detrás y un sintetizador bastante campeón que únicamente se escucha unos segundos de vez en cuando, demostrando capricho (bien) y jugando al despiste (bien también).
Quizás Purity Ring estén encontrando su propia voz y este disco sea un reflejo de ese sano ejercicio que no todos los grupos se atreven a encarar. Quizás el hecho de que estas canciones se grabaran con los dos miembros trabajando mano a mano en el tiempo y en el espacio y no como Shrines, que se grabó con Corin y Megan viviendo a miles de kilómetros de distancia el uno de la otra, haya influido en el producto final de modo que ha acabado venciendo (por esta vez) la cara más amable de la propuesta de Purity Ring en detrimento de cierta asfixia y cierto mal rollo que desprendía su primer trabajo. En cualquier caso, Another Eternity encierra las suficientes buenas noticias como para seguir pendientes de la trayectoria de esta pareja lo suficientemente atípica como para estar un paso más al fondo de la foto que otras bandas de su mismo deporte como Chvrches, The XX o The Hundred in the Hands. Al menos, de momento.
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