Termina el disco, con esa dolorosa nana oculta tras “El tiempo” en la que Ana López Rodríguez vuelve a hablar de sus monstruos, y el silencio posterior revela una cuestión capital: sabíamos desde hace tiempo qué este sería su primer disco cantado completamente en castellano, y desde luego que no hay que perder de vista lo que cuenta y cómo lo hace, pero lo que a priori se presentaba como el elemento en el que fijar toda la atención, acaba siendo una pieza más dentro de un engranaje que se mueve como nunca.
Iniciar, reiniciar, deshacer. Han pasado diez años desde que se publicase “Star, Restart, Undo” (Subterfuge, 09) y, aunque hayan cambiado muchas cosas, esa secuencia que daba título al álbum sigue siendo buena para afrontar situaciones de angustia, de desamor, de sentimientos retorcidos que continúan poblando estas canciones. “Universo por estrenar” supone un nuevo comienzo, pero sin rupturas traumáticas, en el contexto de una evolución tan audaz como respetuosa consigo misma. La autora de “Oh, Monsters!” (12) utiliza el símil de la puerta que se abre para entrar a una nueva habitación. Pero una habitación, habría que matizar, que está en la misma casa que ya conocíamos. Ojo, que no se trata de un simple restyling, sino de una ambiciosa apuesta por crecer en todos los sentidos: el gusto por la psicodelia que siempre ha estado ahí adquiere ahora un mayor protagonismo, saliendo de su habitual zona de confort para dejar la producción en manos de James Bagshaw, líder de los británicos Temples.
Curiosamente, y aunque el acabado de estas canciones es más turbio que cristalino, junto a la complejidad de cortes como “Ser Luz” o “La Mente Hambrienta”, encontramos aquí minutos tan inmediatos como los de “Buen Viaje” (más bailable que nunca), “La Vida Está En Otra Parte”, “Hormigas” (pop con inquietantes aires tarantinianos), “El Tiempo” (una suerte de ranchera con la compañía de Noni Meyers) o “Sola Con La Luna”, dentro de un trabajo en el que la frecuente inspiración astronómica encuentra su réplica musical en melodías que viajan en círculos hasta el estallido. El ejemplo más obvio está en “Nova”, una luminosa sacudida en la que las flores se abren hasta descubrir nuevas conexiones con “la vida en el recuerdo”. ¿Amor, desamor o física cuántica? Vibraciones en el espacio-tiempo que encuentran en la psicodelia su mejor compañera de viaje. Hilos de energía que van construyendo ese universo en el que Anni B Sweet se adentra decidida aun sin haber perdido del todo los miedos y dudas de antaño, hasta hacer del desafío la mejor manera de confirmar que el cambio de idioma es importante, sí, pero no tanto como la coherencia y claridad que definen esta cuarta entrega de la malagueña.
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