Hace ya varios meses, como cada mañana, con la luna aún apurando el último baile, la radio nos ayudaba a despertar y, en el suspiro de esa madrugada repetida que luchaba por dejar de serlo, una voz salió del centro de la tierra, frágil y grave, de una oscuridad resplandecientemente cegadora, abriéndonos los ojos como platos antes de que nos diera tiempo a digerir el primer sorbo de café. La primera frase que salió ese día de mi boca fue: “Se ha tragado a Jeff Buckley”. Tiré del hilo y recordé aquel EP de 2015, de portada minimalista y enigmática, con cuatro canciones solo renombradas con números romanos… Un lustro ha tenido que pasar para que la joven songwriter londinense Anna B Savage vuelva para quedarse, reordenando sus piezas y fraguando a fuego lento A commo turn, uno de esos discos debut que dejan huella a la primera escucha. Diez temas que trepan como una cautivadora y poderosa enredadera de fuego, nutriéndose de raíces folk, rock y una fina lluvia de electrónica y atmosférico dream pop, con un extra de desbordante y épico lirismo que te hará levitar sin que te des cuenta.
Surcos donde la vulnerabilidad de Anna B Savage corre y se empodera como un dulce veneno embriagador, tejiendo un laberinto barroco de catarsis continua del que te costará salir o no querrás hacerlo. Preguntas sin respuesta que vuelan como pájaros, cruzando barreras mentales y dejando caer expectativas sentimentales como lastres del pasado. Así, tejiendo un universo que se nutre de referencias culturales sin complejos, que van de Rocky Horror Picture Show a las Spice Girl o Arcade Fire, surca la sexualidad femenina e invita a la búsqueda del placer como liberación personal, orgasmo entre las piernas y ecos de Cohen y Joplin incluidos, bajo la eterna luz de neones rojos que se cuela por la venta de una habitación del “Chelsea Hotel #3”. El mensaje queda remarcado en una de las ediciones especiales de A Common Turn, incluyendo de regalo un vibrador de bolsillo de material ecológico.
De la intimidad dolorosa de relaciones pasadas que teje bajo su vibrato celestial y los preciosistas arreglos en “Baby Grand” o en la épica desgarradora de la titular “A commo turn”, al giro y relanzamiento electrónico que se abre paso entre cuerdas punzantes en “Two”. Sin olvidar los dos zarpazos previos y la herida abierta que pide ayuda, con Buckley y Antony Hegarty bajo las alas, en la belleza fantasmagórica de ese baile olvidado en “Dead Pursuit” o en la inicial fragilidad a corazón abierto de “Corncrakes”, con despegue sanador final entre percusiones, éxtasis instrumental y un “I don’t know if this is even real, / I don't feel things as keenly as I used to” que deja su estela entre las nubes.
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