Anton Newcombe y compañía siguen revisitando la psicodelia más alucinógena, totalmente apartados de movimientos como Elephant 6, haciendo su propio camino, marcando sus propias experiencias.
Alejados del concepto más pop e incidiendo más en la creación de turbulentas atmósferas cercanas a la época en que Keith Richards y Mick Jagger (y claro, Brian Jones) eran sus satánicas majestades, el octavo disco de la banda californiana se abre y se cierra con la voz de una tal Sarah Jane que, mientras se muestra excitada y rabiosa en su intervención inicial, al final del disco se ofrece dulce y calmada, como influenciada por el efecto de los diecisiete temas que pueblan el álbum. Porque Brian Jonestwon Massacre te obligan a ponerte a otro nivel, en el que el disco se concibe como una experiencia continua, más allá de ser una colección de canciones, buscando ese viaje espiritual y sensorial que han reciclado hoy gente como Spiritualized o The Polyphonic Spree. Así pues entrar en un desmenuzamiento minucioso de los temas que componen el álbum sería una tarea injusta con lo que aquí se pretende, y aunque el viaje no sublime experiencias previas de manos de otros artistas pretéritos, merece la pena.
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