A medida que el cantante y guitarrista BJ Barham se iba quedando solo cómo único componente original de la banda, la propuesta de American Aquarium se volvía mucho más personal y adquiría ese toque confesional tan propio del buen rock americano. Ahora BJ Barham nos entrega el que para mi es el mejor álbum de los que ha realizado hasta la fecha, bien basculado y poseedor de ese aroma de autenticidad y clasicismo muy bien entendido y aplicado.
El disco tiene su origen en una de esas noches solitarias, en uno de tantos moteles tan propios de las largas giras por el interior del basto territorio americano. Allí, en su habitación, nuestro trovador se encuentra con el libro de las lamentaciones del Antiguo Testamento. El mismo que narra la destrucción de una Jerusalem impía en el 587 antes de Cristo y, a partir de su lectura, se inspira para narrar una serie de historias desesperadas con un envoltorio country-rock de ejecución impecable.
Una colección de canciones impolutas en el que, la presencia tras los controles y como un miembro más de la banda, de todo un veterano de la escena como Shooter Jennings, (si el apellido te suena es porque es hijo del gran Waylon Jennings) se me antoja básica. De hecho el propio BJ Barham afirmaba en una reciente entrevista que el cambio de productor se decidió a última hora y fue vital para lograr que el sonido del álbum alcanzara el nivel que llevaba tiempo deseando lograr. Así el disco puede recordar por momentos al Bruce Springsteen de “Nebraska”, pero también a los últimos trabajos de Jason Isbell o Josh Ritter. Sonoridad cien por cien americana de esa que entra como un suave bálsamo en el que la slide-guitar embellece todo lo que toca y la voz de BJ Barham alcanza una profundidad inédita, mucho más personal y propia. Diez 'lamentos' de una belleza crepuscular que te parten el corazón, mientras salivas por el placer que te producen las canciones hechas con ese regusto del artesano que conoce su oficio y lo demuestra.
Solo me cabe añadir que es una lástima que propuestas con esta solvencia y oficio sean tan difíciles de disfrutar por estas latitudes. Así que sirva esta pequeña reseña para animar, al que quede vivo después de la pandemia, a programar más bandas que hacen de la americana su única religión. Unos pocos lo agradecermos de forma infinita con o sin mascarilla y a dos metros del diablo si es del todo necesario.
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