The Dream
DiscosAlt-J

The Dream

8 / 10
Carlos Pérez de Ziriza — 11-02-2022
Empresa — Canvasback / Infectious / BMG
Género — Indie pop

Los sueños (las pesadillas, más bien) de la pandemia han producido monstruos, y en ese sentido puede decirse que el cuarto álbum de Alt-J sintoniza con lo que fue el último de Villagers: lo narcotizante como vía de escape. De ahí su título. De ahí su sugestiva portada, diseño de Joel Wylie. El trío originario de Leeds sigue plasmando un éxito que tiene algo de inverosímil, casi de milagroso. Demasiado indie para el mainstream y demasiado mainstream para el indie. Para el indie pata negra, se entiende, si es que aún queda algo de eso. Si es que aún tiene sentido esa distinción. Lo más curioso es que muchos de sus textos y dobleces de guión siguen siendo demasiado sombríos, ácidos y abigarrados para una banda que llena grandes pabellones deportivos, arenas de alto copete y slots de primer orden en cualquier festival. O al menos, ahora son más complejos que nunca.

Decía Gus Unger-Hamilton, teclista de la formación que completan Joe Newman a la guitarra y voz y Thom Green al bajo, que algo murió con "Relaxer" (Infectious/Atlantic, 2016) y otra cosa distinta nació con este "The Dream" (Canvasback/Infectious/BMG, 2022). Y es cierto. Suenan revigorizados, rejuvecenidos, oxigenados. Más inteligentes, laberínticos y aventurados. Más capaces de combinar su veta más pop con la más experimental. Y también más empapados del mal de altura (para bien, ojo) que tradicionalmente sobreviene a las bandas inglesas que se dejan seducir por la cultura yanqui: “Walk a Mile”, “Delta” y “Losing My Mind” rezuman ese buen olfato para somatizar el gospel e incluso el doo woop que transmitían los Blur de "Think Tank" (Food, 2003), mientras que “Chicago” y “Philadelphia” denotan su vis más esquiva y lúgubre, con la sombra del true murder acechando en melodías de prog-rock moderno. Todas ellas sustentan la segunda mitad del disco, claramente diferenciada de la primera.

Como si fueran conscientes de cómo conviene secuenciar un álbum en la era del streaming inmisericorde, su tramo inaugural luce radiante en tonadas bajo cuya luz se oculta casi siempre una temática, como mínimo, inquietante. Es así como “Hard Drive Gold” cuestiona la codicia neoliberal a través de la fiebre por las criptomonedas, como “The Actor” revela los amargos estragos de la celebridad, como la folkie “Get Better” devuelve la imagen distorsionada de un Elliott Smith a quien guiñan expresamente el ojo o como “U & Me” remite al recuerdo de un festival al aire libre (celebrado en enero de 2020, antes del cataclismo) desde la perspectiva de quien sabe que es un momento al que aferrarse con fuerza porque tardará en repetirse.

Más sabios, más certeros y más naturales. Menos necesitados de agarrarse a coartadas arty o recursos líricos de manual. Mas creíbles y sólidos, en definitiva. Así son los Alt-J de 2022. Bien por ellos.

Atento porque puedes escuchar, en este mismo link, el podcast en el que repasamos tema a tema el disco de Alt-J de la mano de la propia banda.

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