Lo habitual es que cuando un artista hace un disco para niños, acabe proyectando la imagen ideal que tiene de ellos. A veces cargando las tintas en cierto preciosismo tirando a tontorrón, como si los niños fuesen criaturas de sensibilidad exquisita, pequeños monstruitos cursis e ilustrados. Otras veces infantilizando sus propias filias y fobias. Casi nunca tratándoles de igual a igual.
Por suerte para todos, Kimya Dawson no es como los demás. Eso es lo que convierte “Alphabutt” (juego de palabras traducible como “alfabetoculo”) un disco especial: Kimya Dawson nunca se pone a si misma por encima de nadie. Ni debajo. Sencillamente se dedica a escribir canciones que harán que los niños se diviertan tanto como ella. Y habla de pedos todo el rato, y de pipi y caca, de emociones primarias, de querer de verdad, de animales como nosotros. Es todo eso, pero no es sólo eso: ha invitado a la fiesta todos los niños que tenía alrededor (nota rosa: también está Panda, su hijo) a grabar unos coros, unas percusiones, teclados, unos bailes o tirarse un par de pedorretas. Sin que importe si están fuera de lugar o no, porque si hace reír es perfecto, si hace feliz a alguien no hará falta regrabar ni editar nada. Y así es. ¿He dicho ya que a Kimya la quiero? Pues lo digo: “Kimya, te quiero”.
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