All This I Do for Glory
DiscosColin Stetson

All This I Do for Glory

7 / 10
David Pérez — 17-05-2017
Empresa — 52Hz
Género — Experimental

“All This I Do for Glory” no es un disco para todos los públicos. Colin Stetson es un tótem del saxofón y sus continuas colaboraciones con estrellas tan dispares como Tom Waits, Bon Iver o Arcade Fire son buena prueba de ello. Pero si ha sentado cátedra el americano es con sus trabajos en solitario, sobretodo con la trilogía “New History Warfare”, en la que se vale de su dominio del avant-garde y free-jazz para exprimir el saxo hasta límites insospechables. Ahora vuelve con seis rocosos temas en los que nos deja sin aliento con su repertorio de técnicas imposibles, fundiéndose con su instrumento y aislándose físicamente, reforzando la conciencia del cuerpo humano que trabaja para producir sonidos y esculpir el tiempo. Improvisaciones enfocadas en las que encuentra su camino a base de técnicas como la respiración circular, el uso de la boca y la garganta para formar acordes en lugar de notas individuales, la percusión pulsando las llaves del saxo o el canto real a través del propio instrumento.

Stetson se hace máquina en el inicio de “All this I do for Glory”, creando un bucle sonoro que nos engulle y atrapa hasta la siguiente dentellada. Los tentáculos de la monstruosa “Like wolves on the fold” (una de la piezas más agresivas que ha compuesto jamás), nos despiertan con ritmos punzantes y sumergen en una violenta pesadilla, de la que despertamos para adentrarnos en otra, la fantasmagórica “Between water and wind”, donde convierte su instrumento en una percusión pura que nos martillea el cerebro una y otra vez.

“Spindrift” es el único tema del álbum que proyecta luz, calidez y algo de esperanza, abriendo una grieta en la oscuridad y concediéndonos un reconfortante respiro. Pero justo cuando estamos alzando el vuelo y creemos escapar, “In the clinches” nos revienta las alas. Un disparo punk que nos vuelve a sumergir en el inframundo de Colin Stetson, machacándonos los huesos y centrifugando lo que queda de nosotros en un nuevo enjambre circular de vientos y chasquidos metálicos. Y cerramos la Caja de Pandora a lo grande con la sublime “The lure of the mine”, trece minutos donde vacía todo su universo. Aún sentimos el miedo en el cuerpo.

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