La historia de este trotamundos llamado Àlex Serra es tan curiosa, como definitoria para su propuesta. En 2012 se embarcó en un viaje de cuatro años por Sudamérica y Sudáfrica, que sería su particular ‘Taller de Musics” a la hora de forjarse como artista. Finalmente, y tras mucho recorrer, sus huesos irían a parar de nuevo a Barcelona donde daría con otro de esos personajes maravillosos de la bohemia musical: Toti Arimany, productor maestro del dub y las programaciones, básico para entender el sonido surgido de La Fournier, el caserón que acogió los discos de Dusminguet primero y La Troba Kung-Fú después. Pues bien, Alex Serra acaba de publicar un delicado disco de debut donde expone sus principales bazas. Una voz cálida e hipnótica, con ese punto de espiritualidad que recuerda a Devendra Banhart, y que se mueve sinuosa sobre un colchón downtempo en el que el dub, el pop electrónico, el trip-hop y el reggae se dan un abrazo cósmico. Todo un mandala de notas delicioso, cargado de positividad hippie. Atentos porque estamos ante un músico global que, por sus largos años de rodaje a través del mundo, gana muchos enteros en directo.
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