Alex Giannascoli, o lo que es lo mismo Alex G (anteriormente también (Sandy) Alex G) encapsula a la perfección el indie del siglo XXI, ese que es capaz de aunar lo-fi con autotune, baladas folk pastorales con incursiones electrónicas, cosas que parecían contrapuestas en el lejano siglo XX y que ahora se mezclan con la naturalidad con la que lo hace este artista que lo mismo colabora con Japanese Breakfast que con Frank Ocean. Algo así como un Elliott Smith o unos Vaselines enredados en la tecnología actual, capaz de pasar de Nick Drake al Hyperpop en unos segundos.
"God Save The Animals", ya su noveno disco, es el que mejor le define, algo así como Alex G al cuadrado, el que tiene las canciones indie rock más perfectas de su carrera, como “Runner” o la delicada “Miracles”, y en el que más juega con sus baterías programadas y, sobre todo, con la manipulación de su voz, que aquí suena de todas las formas posibles, desde la atonalidad gutural de “S.D.O.S.” a la calidez de “Mission”, desde los agudos autotuneados, casi Alvin, del final de “No Bitterness” a los susurros graves de “Blessing”.
Es el disco en el que suenan todas sus influencias a la vez, de la conocida de Elliott Smith a Charli XCX, a veces hasta en la misma canción, como en “No Bitterness”, que comienza medio acústica hasta convertirse en una agitada pieza de Hyperpop. Aunque no todo funciona (por ejemplo, el sentimiento frío y angular de “S.D.O.S” hubiera quedado mejor en su banda sonora de "We’re All Going To The World’s Fair" también publicada este año), "God Save The Animals" es su disco más atrevido y, a la vez, el más pegadizo.
Pero es cierto que su mejor baza sigue siendo esas contraposiciones que parecen imposibles como continuar la densa atmósfera de “Blessing” con la elegante y pastoral “Early Morning Waiting”, casi como el sol asomando tras las nubes más negras. Y luego seguir con el pop auto-tuneado de ”Immunity”, un arco iris en toda regla. Tres canciones, tres mundos totalmente distintos y contrapuestos que solo funcionan juntos en el particular universo de Giannacoli.
La recta final se encara con un último experimento, esa especie de instrumental hablado que es “Headroom Piano”, una pieza que empieza sonando amenazadora con esas guitarras cortantes que se mezclan al final con el piano del título, resultando en una pieza cautivadora que da paso a las dos últimas canciones, las más clásicas del disco, también dos de las mejores. “Miracles” mira a sus inicios acústicos lo-fi en Bandcamp, con un punto alt country y, nuevamente, la sombra de Elliott Smith acompañándole (esto es un piropo, si eres capaz de escribir una canción que recuerde al autor de XO tienes todos mis respetos).
El final llega con otro de esos títulos que emparentan al disco con el sentimiento religioso, “Forgive”, con un personaje que se revuelve entre la resignación y la culpa con una de las grandes frases del disco "Forgive yesterday, I choose today", musicalmente es cercano a ese folk barroco que podría haber aparecido en uno de los primeros discos de Sufjan Stevens.
Es un gran final para un gran disco, uno que ve a su autor dar voz a varios personajes que parecen tener en común su búsqueda de Dios, no tanto como algo concreto sino como una representación de la fe en algo o alguien. Dios aparece en el título del disco, en la primera canción del mismo, "Después de todo, la gente viene y la gente se va / Sí, pero Dios se quedó conmigo", y varias veces más a lo largo del disco. No es que Alex G se haya vuelto un cristiano renacido sino que, a los 29 años, parece que va aceptando la mortalidad y haciendo todo lo posible por seguir adelante. Quién sabe si en ese futuro, y gracias a este disco, pasa de artista de culto a estrella indie.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.