Les Chants de L’Aurore
Discos / Alcest

Les Chants de L’Aurore

8 / 10
Fran González — 05-07-2024
Empresa — Nuclear Blast
Género — Metal

No hay artista como Neige ni etiquetas suficientes para catalogar lo que el galo lleva más de veinte años haciendo en Alcest. Una inimitable aleación de géneros, capaz de compactar en piezas de ambiciosa y epatante belleza un torrente de antagónicas emociones que nos sacude de pies a cabeza y nos cala hasta el tuétano. Se estimaba, pues, que para su primer larga duración post-pandémico la banda pergeñase un regreso memorable, tan a la altura de su nombre y condición como lo fueron sus mejores gestas en la pasada década. Y en efecto, “Les Chants de L’Aurore” (Nuclear Blas, 24) es a todas luces un brillante reencuentro con los lugares comunes de su sonido y otra pieza más con la que hacer gala de una discografía sin precedentes dentro del metal.

Susceptibles de hermanar a melómanos de todos los extremos y conquistar los oídos más exigentes con su excepcional visión, su séptimo disco llega bañado por el precedente de haber creado ya un estilo propio al alcance de pocos. A partir de esa sanadora espiritualidad y de su visceral espontaneidad, Alcest son capaces de redirigir nuestro estado de ánimo a su completo antojo y convertir sus diatribas en auténticos torbellinos donde la rugosidad del black metal, la clarividencia del rock progresivo y el misticismo del dream-pop conviven en insólita armonía.

A pesar de la catarsis que emana de sus prolongados aportes (concebidos como paisajes que evolucionan y se distorsionan de imprevisible manera), los diferentes matices y capas que dan forma a sus siete nuevas piezas se revelan facturados con exquisita precisión, sin dejar nada al azar y llevando a otro nivel su competencia cautivadora. Desde el comienzo, la dupla revela su versión más lumínica arrancando con una canción titulada “Komorebi”, término japonés que designa el paso de los rayos del sol a través de las hojas de los árboles. Esta alentadora e idílica fotografía, complementada por sintetizadores, arreglos de cuerda y evocadoras letras, contravendrá con los característicos accesos de purga y escapismo que la banda añade como sello propio a lo largo del elepé. Una antítesis estética que rompe con instintiva resolución nuestra confiada calma y exprime nuestros sentidos hasta el último aliento a golpe de percusión atronadora, riff trémolo y gutural desgarrador (“L’Envol”).

De forma agradecida, comprobaremos que el disco también nos premia con otras ideas a destacar que van más allá de sus sencillos de adelanto, haciendo de cortes como “Améthyste” (un aguacero de melancolía a flor de piel) y “L’Enfant de Le Lune” (más próximos al punk-rock comunal y de nuevo con guiños a la lengua japonesa) dos de las piezas más sólidas del repertorio presente del conjunto francés.

Con más o menos luz en sus diversas entregas, Neige y Winterhalter se han mantenido históricamente fieles a esa inquebrantable fórmula (ahora más refinada que nunca) que golpea donde más duele y nos da exactamente aquello que se nos promete. Es cierto que podríamos haberles exigido más riesgo y experimentación en su esperado regreso, pero si algo funciona bien, ¿para qué cambiarlo?

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