Arco Mediterráneo
DiscosAlberto Montero

Arco Mediterráneo

8 / 10
Enrique Peñas — 25-11-2015
Empresa — B-Core Disc
Género — Pop

De entrada hay que decir que no hay grandes sorpresas en el nuevo disco de Alberto Montero, lo que de ninguna manera ha de entenderse como algo negativo. “Arco Mediterráneo” sigue, para bien (muy bien, habría que subrayar), la línea que ya apuntaba “Puerto Príncipe” (2013). Pero que no haya sorpresas no significa que no encontremos novedades: la principal quizá es que el músico valenciano, afincado en Barcelona desde hace años, da con un pop brillante (y sin miedo a sonar “convencional”) en cortes como “Madera Muerta”, una canción que entra a la primera, inmediata como nunca habríamos pensado en él. También el primer single, “Cuando el aire resuena”, juega en esa división, aunque de forma no tan evidente.

Son minutos de sol radiante, de mediterráneo puro, guitarras cristalinas y unos arreglos tremendamente ricos que en cada escucha permiten descubrir nuevos matices. Eso no ha cambiado: puede que este trabajo sea más directo, pero sólo se puede degustar completamente dedicándole tiempo, descubriendo una instrumentación ensoñadora sobre la cálida voz del autor de “Claroscuro” (2011). Aquel disco supuso el descubrimiento de Alberto Montero para un público más amplio (aunque no todo lo que debería); un mundo de acordes y melodías que esquivan los lugares comunes y que sin embargo permite escuchar con desazonadora tranquilidad una letra tan oscura como la de “Aves del Amanecer” (“Sobre mi espalda se ha instalado el mal”, comienza), justo antes de dar dar paso a una de las canciones más evocadoras de la temporada: “Flor de Naranjo” es un regreso a la adolescencia en el Puerto de Sagunto con maneras que recuerdan al barroquismo necesario de The Byrds, igual que a Vainica Doble y su “Caramelo de Limón”. Al final, va a resultar que la mediterraneidad era esto, dibujando paisajes que van de la mano de los sentimientos.

Después, el álbum cambia de tercio en su segunda parte, algo que ya ocurría en “Puerto Príncipe”, aunque la transición -he aquí otra de las novedades- sea ahora más natural, en buena medida gracias a que las piezas encajan con las tres partes instrumentales de “Arco Mediterráneo” como pegamento. El disco se oscurece a partir de “Tormenta Circular”, y de hecho ya no saldrá de un crepúsculo que acaba resultando acogedor; los toques andinos que otras veces venían en forma de trepidación aparecen en un contexto diferente, en un dejarse llevar que arroja más preguntas que respuestas: “A veces hay viajes que no nos llevan a ningún lugar”, dice en “Santiago de Chile”, acompañado por una sección de cuerda que subraya la melancolía. “La Sal” y “Viajeros”, con ese caminar tranquilo en la noche y una melodía que te desarma, culminan este recorrido por la geografía emocional de su autor en el que el misterio es un pasajero más.

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