Albert Rams, Daniel Belenguer, Genís Pena y Oriol Romaní son indudablemente hijos de su generación. Una en la que poner buena cara al mal tiempo se ha convertido en dogma y tragarse las emociones propias es el entremés habitual de quienes apenas pueden costearse una hora de terapia de pascuas a ramos. Su segundo elepé no será el primer ni el último artefacto sonoro que se inspire en un presente juvenil tan lleno de posibilidades como de agujeros, pero si “Feliz a la fuerza” es capaz de resaltar por encima de la media es por su habilidad para convertir cualquier trauma propio en una canción fresca y divertida, desdramatizando así el dolor cuando más falta nos hace a todos.
Jugando con las diversas formas, estilos y tonos del power-pop más coral y en tan solo veinticinco minutos, Alavedra se bastan y se sobran para pasar por encima de los diferentes socavones que malogran el asfalto de sus veintitantos/treinta y pocos. Van directos y al pie, valiéndose de la sorna y la ironía como escudos contra una realidad que entristecería al más pintado. A golpe de coña marinera y sinérgica francachela el cuarteto catalán se ve capaz de convertir un cuadro de Hopper en una bacanal digna de El Bosco, glorificando lo que nos queda frente a lo que nos quitan (“Pase lo que pase, preparados para el desastre”, cantan junto a Diosssito de La Élite en “Pase lo que pase”, dejándonos clara que su unidad es el acicate definitivo para todo lo que tenga que venir).
Después de foguearse a las mil maravillas con “Uf Venga” (21) y cogerle el pulso a eso de fabricar ritmazos que entran a la primera de cambio, era de esperar que en este segundo asalto (y contando con Paco Loco en la trastienda) la banda –con músicos curtidos en diversos proyectos independientes– volviera a sacar matrícula en lo que a hacer estribillos efectistas se refiere. Ahora no podemos dejar de pensar en lo mucho que nos gustaría desgañitarnos en directo mientras replicamos aquello de “Tengo la excusa perfecta para cada momento, para cada promesa”, al tiempo que aparcamos momentáneamente el cachondeo en favor de vivir esa euforia tan catártica y natural que aquí se nos propone.
Porque a pesar de sus sonrisas forzadas (exhibidas hasta el mismísimo empaste en su respectiva portada) y de su incontrovertible gusto por la bufa (el cual alcanza su particular cénit en esa oda de amor-odio a la Ciudad Condal), los chicos de Alavedra tienen un corazón machacado que no dudan en enseñarnos cuando toca. “Lo tenemos todo, no falta de nada / Que alguien juegue este partido, porque yo no tengo ganas”, enuncian entre acordes de twee-pop y distorsión, recordándonos que debajo de la careta sonriente también hay un tipo que llora. No es un meme: es un mal (desgraciadamente) compartido que ni el cinismo ni la edad remedian. Mientras se amontonan las preguntas, disfrutemos de quienes nos acompañan con su comedia natural en la búsqueda de las respuestas.
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