Hay que reconocer que el nombre de Aimee Mann no es tan popular en nuestro país como los de otras veteranas como Neko Case o Gillian Welch. Si a eso le añadimos que la cantautora estadounidense ha tardado la friolera de cinco años en editar este trabajo, pocos van a ser los que le peguen una escucha. Y lo cierto es que es una auténtica lástima porque este disco merece mucho la pena, al regalarnos su autora una delicada colección de canciones que hablan sobre todo de la soledad y de perdedores en una sociedad que solo valora el triunfo. Y lo hace con una delicadeza muy pura acompañada, la mayoría de las veces, tan solo de su acústica con algún ocasional y sutil arreglo de piano y cuerdas pensado para embellecer una propuesta que avanza lenta y sinuosa, pero con la fuerza y seguridad de haber reunido un buen puñado de temas que dejan huella a cada nueva escucha. Una auténtica delicatessen para los oídos más selectos, que no siempre tienen porque ser los más adultos.
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